Parte 25

21.2K 4K 1.7K
                                    

Me excusé, me levanté de la mesa y fui al baño a encerrarme. Abrí el grifo para dejar correr el agua y con manos temblorosas marqué el teléfono de mi tía. Notaba como la respiración se me entrecortaba, estaba a punto de echarme a llorar. Lo cogió al primer tono y no me dejó hablar.

—¿Estás con él? ¿Has visto algo? —se interrumpía a si misma— Aún faltan unos minutos ¿Qué has visto?

—¿Dónde está mi madre? —apreté el puño tratando de que mi voz sonara firme.

—¿Qué? —guardó silencio unos segundos—. En China, ya lo sabes.

—¿Por qué no puedo hablar con ella? —susurré—. ¿Por qué no me llama por teléfono?

—¿Qué es lo que pasa Alexia? —mi tía empezó a perder la paciencia—. Estás muy rara ¿Estas con el chico?

—Contéstame, por favor —Aunque susurraba se me notaba en la voz que estaba llorando— ¿Dónde está mamá?

—Joder, Alexia. ¿También lo vas a fastidiar esta noche? Deja de lloriquear y busca al chico.

—Por favor —mi voz se rompió—. Haré lo que sea, por favor. Quiero hablar con mi madre.

—No seas cría y no me llames para chorradas.

Sin darme tiempo para contestar colgó el teléfono y yo sentí que el suelo se abría bajo mis pies. Mi tía lo sabía, sabía que yo sabía que era mentira. No había tratado de insistir para que yo creyera que mi madre estaba en China incomunicada. Pero le había dado igual que lo supiera y le había dado igual oírme llorar.

Nunca me había sentido tan sola, nunca había sentido tanto miedo. Todo daba vueltas a mi alrededor. Volví a marcar mientras murmuraba "por favor, por favor" muy bajito, como si eso fuera a ayudar. Pero ella no respondió a mi llamada.

Empecé a sentir vértigo. Oí la voz de Héctor al otro lado de la puerta. Me daba igual aquel tío, me daba igual su problema, me daba igual convertirme en un monstruo. Yo solo quería ver a mi madre y hablar con ella. Tenía que volver a casa.

Salí del baño y me di de bruces con Héctor.

—¿Estás bien? —dijo preocupado.

Yo tenía los ojos rojos, estaba pálida y estaba segura de que mi desesperación podía hasta olerse. Pero no era asunto suyo. Después de pasarme semanas suspirando él ahora me molestaba su presencia.

—Estoy bien —hablé con seguridad, como si eso fuera a hacer desaparecer las señales obvias de que había estado llorando—. Me voy a casa.

A la mierda la misión, Héctor y las serpientes.

Fui hasta la puerta y Raquel, que llevaba una bolsa con mi ropa mojada, me detuvo.

—¿Estás bien? Tienes mala... —tras una mirada de Héctor, Raquel se dio cuenta tarde de que no debía seguir interrogándome—. Creo que has cogido frío. Está lloviendo muchísimo. Juan, ¿por qué no la acercas a su casa?

—Claro —el padre de Héctor apagó el partido y se puso de pie— ¿Héctor, vienes con nosotros?

—Os acompaño al portal —Héctor me miraba con aprensión.

No hablé durante todo el trayecto del ascensor. Juan trató de relajar el ambiente haciendo algunos comentarios graciosos sobre fútbol a Héctor, este respondía con monosílabos mientras me examinaba. Yo me limité a mirar al suelo.

Cuando llegamos al portal, Juan se ofreció a ir a por el coche y traerlo para que yo no me mojara. Me crucé de brazos, abrazándome a mí misma. Héctor me miraba nervioso sin saber qué hacer.

Cuervo (fantasía urbana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora