Capitulo I

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(Actualmente).


Te amo cariño, yo soy tuyo y tú eres mía, ¿lo sientes? — lleva una de mis manos a su pecho, en donde su corazón late aceleradamente.

Yo también te amo. —

Gimo de dolor, al escuchar esas palabras en mi mente, aun estando dormida.

—Shh... Tranquila cariño— Un brazo rodea mi cintura, acercándome a aquel gran cuerpo calentito, acurrucándome lo más cerca posible a él, acerco mí rostro a su cuello, relajándome con el olor de su perfume tan característico de este hombre, que se convirtió en mí ancla.

—Alexander, no me traiciones— susurro medio dormida, antes de caer en los brazos de Morfeo, siento como el acaricia mi cabello, suavemente.

—Jamás— escucho que dice a lo lejos.

Un ruido de despertador de celular de lo más desagradable suena cerca de mí. Manoseo la cama en busca de aquel aparato, que perturbó mi sueño. Sin dar con la cosa que no paraba de sonar, gruñó de forma escandalosa.

Una risa profunda, se escucha a los pies de la cama. Abro un ojito en busca de mi persona favorita, lo encuentro parado con una taza de café en sus manos.

—Es hora de levantarse gruñona. — me guiña uno de sus ojos verdes.

— Cinco minutos más. —pido tapándome la cabeza con el cobertor.

—No lo creo señorita, es hora de trabajar. —

—Alexander cariño, solo cinco minutos más. — pido con vos inocente.

Un gran cuerpo se posiciona a mi lado, tira del cobertor para ver mi rostro. - son las 8:45, cariño esos cinco minutos que pides, tendré que negarlos. Arriba floja. - sin previo aviso Alexander tira con fuerza del cobertor, dejándome totalmente destapada.

—¡No! ¿Qué haces? — chillo sentándome en la gran cama.

Mi gran hombre me observa con el cobertor en sus brazos, y con una gran sonrisa en sus labios. ¡Este hombre no puede ser más guapo! ¡y si lo llega a ser, debería ser pecado.!

— Llegaras tarde Sabrina. —me recrimina juguetonamente.

Hago un puchero. —conozco al dueño de la empresa, el entenderá porque llego tarde. —

Alexander deja el cobertor sobre la cama, pone sus manos en sus caderas, con aire de chulo. —le diré a ese jefe tuyo que te despida. —

Abro la boca sin dar mérito a lo que escucho — ¡no te atreverías! — le desafío levantándome de la mullida y cálida cama.

Me sonríe de una forma, que no presagia nada bueno.

—¿Por qué, no debo atreverme? ¿Señorita Hernández? — se acerca a mí.

—Porque, te perderías esta preciosura—señaló mi cuerpo.

Una gran carcajada brota de sus labios.

—Puede que tu cuerpo me encante, pero más me gusta tu corazón. — pone una de sus palmas en donde late mi corazón.

De mi boca no sale ningún sonido, por la emoción que me logran producir sus palabras en mí. Después de tres años de relación con Alexander, aprendí a amarlo, pero, aún me cuesta pronunciar esas dos palabras. (te amo)

Me pongo en puntillas, para darle un leve beso en sus labios, y el en el mismo instante no duda en profundizar lo.

Con un suspiro de resignación, me separó de él. – será mejor que me mueva, si no el jefe me despedirá. —

Alexander me abraza — creo que el jefe, puede hacer una excepción. —

Pongo mi cabeza en su pecho, y escucho el latido constante de su corazón —Te quiero Alexa. —

—Yo te quiero más, peque. — baja sus manos hasta mi trasero, apretando esa parte de mí.

Me separa de su cuerpo. — ve a bañarte, mientras que estás en eso, yo te prepararé un café. No tardes. — se marcha del dormitorio dejándome sola

Después de media hora, estoy completamente lista. Bajo las escaleras hasta la planta principal de nuestra casa. Atravieso la sala de estar hasta dar con la cocina.

Alexander despega la vista del móvil, cuando me ve entrar.

-me encanta como contrasta tú tez Blanca, con el color azul rey. -sonríe

Sentándome frente a él en la gran mesa, tomo la humeante taza de café que ya él me tenía preparada.

-Puedo andar con andrajos, y tú me verás guapa igual. - tomo una tostada aplicándole mermelada de fresa.

-es verdad, tienes esa tez Blanca que me encanta y ese cabello negro largo, que me hipnotiza y que decir de esos ojos marrones, que tienes cariño, eres una belleza clásica, Así de simple. -

Me río por su comentario - pues tú no estás nada mal, me gusta cómo te queda ese traje ejecutivo. -

-Lo sé-me guiña un ojo. - me lo puse,
porque sé que te gusta.

-Por cierto, he leído que el cobre bajará drásticamente, CNI estará en problemas. -

Me pongo totalmente tensa por ese comentario- ¿vamos, a la oficina? - pregunto mientras me levanto de mi silla.

-vamos -

Nos adentramos en el coche deportivo dejando nuestro hogar atrás.

¿Con que la gran empresa, CNI tendrá problemas he?
Veamos qué tan loco se ponen.

Lazos RotosWhere stories live. Discover now