2. El modelo de Abercrombie

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"Tan lejos y tan cerca, como enero y diciembre"

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Rayo pequeños dibujos en el borde de la hoja del cuaderno como si hacerlos fuese a calmar el revoltijo de emociones que tengo justo ahora

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Rayo pequeños dibujos en el borde de la hoja del cuaderno como si hacerlos fuese a calmar el revoltijo de emociones que tengo justo ahora.

Enojo, desconcierto, temor, tristeza. Una pequeña parte de mi se siente ofendida mientras que otra entiende perfectamente que él no sepa quién soy yo.

Mi psicólogo estaría perplejo al saber la cantidad de emociones que se están mezclando dentro de mí, sobre todo porque las que resaltan entre todas son el enojo, el desconcierto y la tristeza. Vaya mezcla, estoy descontrinojada.

Supongo que también me diría que es totalmente válido la cantidad de emociones que tengo ahora. Que las personas podemos sentir mil cosas en un solo instante. Pero no me gusta, para nada.

No soy buena manejando mis sentimientos, creo que eso quedó demostrado en el pasado que pretendo dejar atrás. Es por eso que intento, de todas las maneras posibles, no derrumbarme porque un chico no sepa de mi existencia.

Es absurdo, él no tendría que saber de mí. De milagro hemos cruzado un par de palabras. Aún así su estado de confusión al verme me dejó así; más atontada y temerosa de lo que que estaba al entrar esta mañana por las puertas del colegio que pensé nunca más volvería a ver.

Resoplo y giro mis ojos antes de intentar concentrarme en lo que el profesor de historia está hablando. Quedan pocos minutos para salir de esta clase y de seguro está contando algo respecto a su vida de eterna soltería.

Es divertido escucharle. La verdad me sorprende que una persona tan joven tenga tantas experiencias negativas con las relaciones, pero sus desgracias suenan graciosas, más aún cuando nos lo dice con burla hacia él mismo.

Tan solo tiene veinticuatro años y pareciera que ha tenido ocho vidas sumadas en el poco tiempo que tiene en esta vida. Quiero creer que la mía no será tan caótica, pero si me toca tener una historia así la tomaría. No digo que no me quejaría, pero la viviría.

Debe ser lindo tener una vida digna de contar...

Vuelvo a resoplar con frustración. Ahora que lo pienso bien, no puedo creer que el chico de ojos verdes que golpeé con el frisbee del demonio no tuviera una pizca de reconocimiento hacia mi persona. Supongo que si soy tan invisible como me siento, me sentía... eso tiene que cambiar.

—Luna —el tono de voz bajo sumado al sonido extraño que hace cuando me habla en otro idioma me hace girar el rostro para ver a mi mejor amiga. Maldice en español cuando varios del salón voltean con curiosidad para verla. Ella, de forma discreta, les saca el dedo medio logrando que vuelvan a ver al profesor.

Su expresión de enojo se va cuando vuelve a mirarme. Suelta una pequeña risita ante mi asombro. Tenía tiempo sin ver su amargura, parece que pasaron años en vez de un par de meses alejada de todo, pero al parecer fueron suficientes para haber olvidado lo fácil que es hacerla enojar.

¿Qué pasaría si no existiera la Luna? [REESCRIBIENDO]Where stories live. Discover now