¿Qué pasaría si no existiera la Luna? [REESCRIBIENDO]

1. Me guiña el ojo y dice que vaya con ella

"Somos una casualidad llena de intención". Mario Benedetti

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Bajo las escaleras lo más rápido que puedo para encontrarme con que no hay nadie en toda la casa. Estoy solo a las seis de la mañana en mi primer día de clases, el último que tendré en la secundaria. Y no es que esperaba despertar con un desayuno en forma de felicitación, ni nada por el estilo, pero lo que menos quería obtener era una mísera nota con la letra de mi madre recordando mis obligaciones.

"Procura mejorar tu expediente académico. No hagas nada que nosotros no haríamos, recuerda quienes somos y porqué debes mantener tu promedio. También recuerda tener la ropa impecable, no queremos que andes como un vagabundo por la ciudad manchando nuestra reputación".

Resoplo al ver el nombre de mis padres al pie de la nota y darme cuenta que no escribió nada más, ni un saludo, ni una despedida.

—Yo también los quiero y espero que tengan un buen día —le digo a la nada antes de tomar una botella de agua con la nota pegada en ella. La arranco y veo en la parte de atrás la palabra "cuídate". Y aunque sea algo triste, esa palabra es suficiente para hacerme sentir un poco mejor.

Sé que, aunque no me de mucha atención, después de todo algo dentro de mi madre se preocupa por mí y por mi salud. Digo, quiero pensar que es por eso, aunque recuerdo muy bien que su preocupación comenzó después de una reunión de padres donde proyectaron un documental de casos adolescentes con respecto al bullying y suicidios. Se le metió entre ceja y ceja que, a pesar de que yo no tuviera problemas en mi entorno social, debía estar atenta a mis movimientos.

Aunque a estas alturas cualquiera con suficiente IQ sabría que es algo absurdo que desarrolle interés por las cosas que hago cuando gran parte de mi vida no estuvo a mi lado, sea por su trabajo o lo que fuese. Y que a pesar de todo el rechazo que pueda sentir por mi, yo la quiero.

Sin embargo, estos pequeños arranques de atención hacia mi no borran o tapan lo estrictos y exigentes que son mis padres. Para ella soy el hijo de aspecto perfecto, y no quiero que cambie esa percepción que tiene porque, por absurdo que suene, me llena de satisfacción cuando de cierto modo presume sobre mí con sus amigos.

Extraño, pero es lo que es. Y de hecho, quizás sea una de las pocas formas en que puedo sentir el cariño de mi madre. Mi padre... Esa es una historia aparte.

Con pesadez, algo de cansancio y mucho sueño salgo de la casa sin antes tomar mi mochila. Cierro la puerta principal con llave y camino hacia mi auto.

Al estar dentro enciendo la calefacción porque el frío del otoño es más fuerte de lo que esperaba. Sin más comienzo a manejar el auto exageradamente grande y costoso para un simple chico de diecisiete. Pero luego recuerdo que, aunque yo no lo quiera aceptar, la palabra "simple" no aplica con mi imagen ante la ciudad.