3. Malvado poder del Inframundo

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"No éramos nada, pero te podía ver y para mi eso era suficiente". Avenida 749
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Escucho las palabras que dice la profesora de Física, atento a cada una de sus explicaciones

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Escucho las palabras que dice la profesora de Física, atento a cada una de sus explicaciones.

Si bien en mi futuro está trazado una carrera que tiene algo que ver con esta clase, es muy poco lo que llegaré a aplicar o practicar de ella.

De poder estudiar lo que yo quiero, mis años en la universidad se basarían bastante en aprender sobre esto; la materia, gravitación, peso, velocidad, masa, energía…

Aterrizo mis pensamientos de nuevo en la tierra porque sé que eso no va a suceder. Soy un masoquista por pensar en lo que quiero, así que mejor regreso a la realidad.

—Para este taller trabajarán en parejas. La persona a su lado pueden ser con quiénes van a hacer la evaluación, o pueden hacer sus grupos, pero que sea rápido.

De forma automática giro mi cabeza para ver a mi lado derecho. Mi movimiento es rápido y sin pensar, pues a mí derecha lo único que hay es el ventanal que da hacía el campus del colegio.

Lo primero que veo es a una chica sonriente. Todo su rostro está lleno de pecas, su piel clara en contraste con el color de su cabello lleno de rulos.

—Hola tú —vuelve a sonreír dejando su codo en su mesa para después apoyar su cabeza en su mano.

Le doy una sonrisa leve, intentando recordar dónde la he visto antes.

—Bueno, no pierdan tiempo y únanse, tienen lo que resta de la clase para hacer el taller —ordena la profesora con un tono de voz lleno de autoridad.

Para ser sincero, disfrutaría más la materia de no ser por esta mujer. Tengo el leve presentimiento de que, si tuviésemos otra profesora, muchos estarían más interesados en estudiar física con los incentivos correctos.

En cambio tenemos a un ser malhumorado que paga sus amarguras con los grupos de adolescentes que le rodean.

—Espera, ¿quieres trabajar conmigo? —pregunta perpleja la persona a mi lado—. No me mires así, contesta.

Me río haciendo un gesto de indiferencia con mis hombros—. Da igual, de verdad. Si tú quieres trabajar conmigo podemos hacerlo.

Sus ojos se abren más de lo normal y alza sus manos cantando victoria.

Ya sé quién es. Últimamente estoy tan distraído que no recordé ese color de cabello tan inolvidable. No todo el mundo es pelirrojo y, de hecho, ella es la única persona en el salón que tiene el cabello de ese color casi naranja.

Mi confusión es porque, el día que nos asignaron la labor social, me quedé atrás de todos para no obstaculizar la vista de los demás. Un hábito que desarrollé con el tiempo por recibir quejas de las personas más bajas que yo… es decir, la mayoría de la gente que está a mi alrededor.

¿Qué pasaría si no existiera la Luna? [REESCRIBIENDO]Where stories live. Discover now