Capítulo 19 "Una arcajada" (Maratón 1/3)

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La molesta alarma de mi móvil me sacó de mi profundo sueño de una forma muy irritante. Golpeé sin delicadeza alguna la pantalla de mi teléfono hasta que el gallo que tenía como tono de despertador se calló. Gruñí y me oculté bajo el edredón.

-¡No pienso esperarte, hermanita! –gritó Brad desde fuera de mi habitación.

Mi hermano por fin había entendido que en mi cuarto no se entraba sin mi permiso. Había sido difícil y me había costado tiempo, pero había logrado que esa simple idea penetrara en la dura cabezota de Bradley.

Alguien me quitó mi amado edredón y protesté.

-Lo digo en serio, Dani, no te voy a esperar.

Al parecer no lo había conseguido. Probaría a poner una alambrada electrificada en mi puerta. Tal vez así Brad captara la indirecta. Pero eso lo haría otro día, en ese momento me decanté por un método más efectivo.

-¡Fuera de mi habitación! –le grité con todas mis fuerzas.

Mi hermano salió corriendo como alma que lleva el diablo y cerró la puerta tras él.

Suspiré y coloqué mis manos detrás de mi cabeza. Un ligero ruido hizo que me girara en dirección a mi puerta. Vi como el pomo giraba lentamente y supe lo que tenía que hacer.

Me levanté a toda prisa y me coloqué detrás de la puerta. Esperé hasta que comenzó a abrirse. Se detuvo unos segundos antes de seguir moviéndose. Conté hasta tres y la empujé con fuerza hasta cerrarla.

Noté un poco de resistencia al empujarla, como si hubiera habido algo detrás de ella.

-¡Dani! –gruñó mi hermano al otro lado.

Ese algo había sido Brad. Sonreí complacida. Tal vez así aprendía la lección.

Pegué la oreja a la tabla de madera y pude oír como mi hermano se quejaba. Me sentí algo mal por haberle hecho daño.

-Me voy en 15 minutos, estés lista o no. –murmuró mi hermano.

Poco después, oí como se alejaba.

Caminé de vuelta a mi cama. Me tumbé boca arriba, mirando el techo.

¿No os ha pasado nunca que os ponéis a mirar algo pero no lo estáis viendo? La acción de ver es algo en lo que intervienen los ojos y el cerebro, principalmente. El ojo capta la luz y los objetos, y el cerebro es el encargado de interpretar lo que ve. Sin embargo, hay veces que miramos pero no vemos. Y eso era justamente lo que me estaba pasando a mí. Mis ojos estaban puestos en el techo de mi habitación pero mi cerebro estaba divagando sobre las posibles consecuencias que podría haber tenido sobre mi hermano lo que acababa de hacer.

¿Y si le había dado en la cabeza? A mi hermano no le sobraban neuronas precisamente, no se podía permitir el lujo de perder ninguna. ¿Y si se quedaba tonto por mi culpa? Más tonto, quiero decir.

Sacudí la cabeza y volví a mirar hacia arriba. Entonces un molesto pensamiento llegó a mi cabeza: tenía que pintar el techo de mi habitación. El color blanco que tenía me recordaba al instituto.

Caminé hacia el espejo de mi habitación y me miré en él. Llevaba puestos unos botines, unos pantalones largos de deporte y una camiseta de mangas cortas acompañada de una sudadera. Había recogido mi larga melena en una cola alta. Sonreí complacida con lo que veía. Cogí mi mochila y salí de mi habitación.

Bajé las escaleras con agilidad y continué hacia la cocina. Tomé un batido del frigorífico y metí una manzana en mi mochila. Fui al comedor para ver si estaba allí mi hermano, pero sólo estaba mi padre.

¡No me dejes con ellos, mamá!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora