Capítulo 8 "Conociendo a Rebeca" (Maratón 2/3)

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-Es el turno de –el profesor miró su cuaderno. Una sonrisa perversa apareció en su rostro y nos miró a Dylan y a mí. –Reeve y Thompson.

 -Disfruta con esto, el muy hijo de puta. –susurré molesta. -¿Cómo es posible que pueda ser profesor alguien así?

Dylan rió por mi comentario y pasó su brazo sobre mis hombros.

-Ya deberías saber que aquí el profesorado no es muy simpático. –me comentó en voz baja.

-Y tú ya deberías saber que no me da miedo golpearte en las pelotas si te pasas de listo conmigo. –le advertí a Dylan. –Así que retira tu brazo de mis hombros o dejo tus testículos tan muertos como dos pelotas de ping pong.

Entre risas hizo lo que yo le pedía. No pude evitar que se me cayera la baba al verlo sonreír y que mis hormonas se revolucionaran. Un pensamiento llegó rápidamente hacia mí: si seguía rodeándome de chicos tan guapos y que me dejaban tan conmocionada con solo mirarme o sonreír, iba a tener un infarto muy pronto.

-Colóquense en el borde de la piscina. –nos indicó el profesor. Cuando nos hubimos colocado, añadió. –Cuando oigan el sonido de mi silbato, deberán lanzarse de cabeza y nadar de un lado a otro de la piscina cuatro veces. Yo cronometraré cuanto tarda cada uno. ¿Entendido? -asentimos. –Estén atentos para poder escuchar el sonido del silbato.

Miré mis pies y comencé a moverlos nerviosa.

-¿Cómo se te da nadar, Dani? –me preguntó Dylan.

Me encogí de hombros a modo de respuesta.

-No es mi deporte favorito. –añadí. –Me gustan más los deportes en equipo y con pelotas.

Dylan me miró enarcando una ceja, divertido.

-¿Te gusta jugar con pelotas? –me preguntó sonriendo de una forma extraña.

Tardé varios segundos en entender sus palabras y su mirada.

-¡Eres un malpensado! –le grité. -¡No me refiero a ese tipo de pelotas! ¡Me refería a pelotas de plástico! –Dylan enarcó una ceja y repasé mentalmente mis palabras. Cuando las entendí, gruñí. -¡Agg! ¡Eres asqueroso!

Una tos forzada hizo que me desviara mi atención de Dylan, que parecía muy divertido con la situación, hacia el profesor.

-¿Ocurre algo, Thompson? –me preguntó enarcando una ceja.

Me miró durante unos segundos esperando una respuesta que yo, evidentemente, no podía darle. Mis mejillas volvían a arder. ¡Me estaba sonrojando más en una hora que en toda mi vida!

-No ocurre nada, señor. –respondió Dylan en mi lugar. Se giró para mirarme y añadió. –Dani y yo solo hablábamos de pelotas.

La risa de mis compañeros no se hizo esperar y tampoco sus comentarios acerca de las pelotas de las que hablábamos.

-¡SILENCIO! –ordenó el profesor. Todos dejaron de reír. -No soportaré este tipo de comportamiento en mi clase, ¿entendido? –asentimos rápidamente. Centró su atención en Dylan y en mí. –Si vuelve a repetirse esta situación, los expulso a ambos de mi clase. –cuando hubo acabado me miró solo a mí. –Apenas la conozco, Thompson, pero me parece que no vamos a llevarnos bien y eso a usted no le conviene si quiere tener una buena media para la universidad. Le recomiendo que se tome mi asignatura en serio porque a la hora de puntuar, puntúa igual que las demás. –me recordó.

Asentí prometiéndome a mi misma que no volvería a llamarme la atención. A nadie le gusta que le pongan la cara roja ni que le riñan delante de sus amigos y yo no soy una excepción. También me importaba la universidad. Aún no tenía claro que iba a estudiar pero lo que si tenía claro era que iba a dar lo mejor de mí durante ese año para que mi media me permitiera optar a cualquier carrera y/o universidad. Me tomaba muy en serio mis estudios, aunque no lo pareciera.

¡No me dejes con ellos, mamá!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora