XVI: Cajas

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Cuando legué a mi casa, lo primero que hice fue colocar el girasol en un jarrón. Y me dispuse, al fin, a abrir las cajas, por orden de fechas.

Tuve que hacer el conteo ante los ojos curiosos de mi adre que me ponían nerviosa. La primera caja tenía la ropa que use el día de la lluvia, la falda de hippie, el sombrerito roto, los guantes de cuero y la ropa que use de pijama, las otras tenían peluches y libros, libros como Demian y el principito, habían libretas de hojas blancas, marcadores, lápices, bolígrafos, todo con lo que un dibujante podría soñar, aquel día, obviamente no me emocionaba, las otras contenían algo que me dolio mucho cuando solté el tirro de la caja, los discos que Frau Paula me había ofrecido, y que yo había rechazado, estaban ahí, amontonados en la caja Los saqué y vi que estaban todos los que escuchábamos constantemente, o que me habían gustado a la primea.

Wish you were here, todo lo de Led Zeppelin hasta Psysical Graffiti, Dark side of the moon, discos de música hippie, de pop alemán, y los discos psicodélicos con portadas llenas de colores, las operas y los balletes, el primer disco de Guns 'N' Roses, me encontré con un papel que tenía escrito con tu fina letra: "Ya no hay necesidad de guardarlos, porque ya no necesitas una excusa para ir a una casa, a la cual nadie te espera".

Dejé de revolver, porque sentía que si seguía viendo me iba a dar un ataque, me ardía el corazón ver cosas llenas de tantos recuerdos. La otra caja no ayudaba mucho, era el tocadiscos con todo el equipo repartido en otras cajas, para que en el trayecto no fuera pesado.

Dejé de ver las cajas grandes, y me saqué del bolsillo el cofrecito que me había entregado antes de irse, le saqué el moño con cuidado son intención de guardarlo en alguna parte, y al abrirlo, me encontré con algo que hizo que sacará las lágrimas que no había botado en aquellos dos meses.

Un anillo, un anillo con un diamante que reposaba en una guarida de terciopelo, era un anillo un poco excéntrico, con el diamante tal cual pegado en la sortija, un poco brusco, pero aun así, luciendo su esplendor, en el cofre había una notita, también hecha en tu hermosa letra, que decía: "Sigue brillando mi pequeño diamante enloquecido".

Si posabas la joya, junto a la luz, podía brillar de mi colores, clores que perforaban mi alma.

Relatos de un demonio sin nombreWhere stories live. Discover now