XV: Nena, te tengo que dejar

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Decir que fue un balde de agua fría era poco, era más bien como un martillazo en la cabeza, o como si una pared de ladrillos se me cayera en cima...

-¿Cómo lo has tomado?- me dijiste en la hora de salida, mientras estallaban las voces de todos de fondo y nosotras nos hallábamos sentadas en las escaleras, habíamos evitar tocar el tema.

-Bien creo, si te soy honesta lo acepte fácilmente- no tanto como aceptarlo, era como si me encontrará en un sueño y me creía cualquier mentira que me dijeran en este, donde la realidad estaba en frente de mí pero no me tocaba hasta que el hecho se hiciera realidad y golpeara con todo su poder en el momento, en esos instantes estaba bien, en shock, pero bien, porque aún no me caía el peso de lo que conllevaban las palabras de tu madre, aún no sentía el efecto, y sabía que no lo iba a sentir hasta que no estuvieras a mi lado- De hecho esto me paso cuando otro amigo nuestro se fue del país- te expliqué- Me pego, pero no lo hizo de verdad hasta que dejé de verlo todos los días, creo que así es mejor, en vez de lamentarme del hecho hice como si no existiera y seguí disfrutando de los momento con él, intentando aprovecharlos al máximo, lastimosamente me quitaron a mi amigo cuando sentí que me compenetraba mejor que con él, y aquí se vuelve a repetir la historia, quizás somos un chiste para el mundo, deberías reírte, así se te quita el mal momento.

Los días pasaron, y efectivamente, el golpe no lo sentía, ya me venía haciendo la idea que lo iba a recibir con todo su esplendor cuando ya no viera tu sonrisa, cuando ya no escuchara tu risa, pero mientras tanto, intentaba alejar cualquier momento de angustia como nos había indicado Frau Paula, alejar los malos pensamientos, no había tiempo para eso, a diferencia de mi amigo, en el cual me quedaba aún todo un año para estar con él, aquí era cuestión de semanas, días preciados, segundos de oro, cada instante era importante, y no me iba a permitir dejar que se me escapara, de hecho, mi intención era sacarles todo el jugo posible, para que cuando te fueras, te fueras con la mejor idea de mí, así como tú me dejaste tu mejor lado siempre, no había tiempo de lágrimas, no las iba dejar arruinar todo, todo lo botaría cuando ya no estuvieras conmigo.

Ahora que lo pienso, mientras he ido de habitación en habitación descubriendo los viejos recuerdos, pienso que quizás, en otros aspectos fue la decisión equivocada, ya que cuando el dolor surtió efecto, y se clavo como una daga en mi corazón, ya no estarías para consolarme. Pero encontrándome en medio de paredes llenas de memorias contigo, ya no hay nada que hacer.

Por esos días intente ser el mejor apoyo que pude para ti, no había tiempo que perder bajo ningún sentido, había que empacar cosas, regalar lo que no sirviera, vender lo que se podría vender, pase casi todos los días en tu casa ayudándote a recoger y a empacar, a llevar tus materias en medio del caos que te tenía tan ocupada, de los papeles apresurados que tenían que sacar.

La alegre casa empezó a llenarse de cajas y objetos desordenados. Y aún así, las buenas costumbres no se perdían del todo, como una merienda con galletas y café en medio del descanso de ordenar todo, escuchar música mientras metíamos cosas y tirábamos lo que era de tirar.

Recuerdo tu figura recostada entre cajas, viejos discos, y papel de periódico regado por todas partes, con las finas piernas de bailarina extendidas, y pasándote un anillo de caramelo que había traído sabor a limón. Arrugaste la cara, la diosa mostraba sus caprichos.

-No me gusta lo amargo- dijiste.

-Si quieres intercambiamos, a fin de cuentas casi no lo probé- el mío era de Uva, no tuve problema en dártelo, y te lo disfrutaste mejor por su sabor dulce.

-A ti te gustan las cosas agrías- me dijiste.

-Corrección, a mí me gusta todo- te respondí con picardía, metiéndome a la boca una superficie donde habían pasado tus labios, como todo en mí vida, me tardé un poco en percatarme de este hecho, y cuando la idea rozo mi mente, termino ardiendo en mis propias llamas, sintiendo como me calcinaba de una forma que no hacías desde meses, la miel me baño por completo, y pase todo el día con cara de boba, sin querer soltar la sortija de plástico que le daba soporte al caramelo.

Relatos de un demonio sin nombreWo Geschichten leben. Entdecke jetzt