Estaba en una esquina, esperando a que el semáforo se pusiera en verde. El viento frío me batía el cabello salvajemente. Estaba sola, hasta que llegó un hombre ciego con su bastón.
-¿Cuál es esta calle? -preguntó.
No pude decir una palabra. No le respondí. Se volvió para hablarme.
-¿Hay alguien ahí? -dijo.
-Sí -contesté-. Estoy aquí.
Estoy aquí.
Estoy aquí.
No quiso escuchar. No escuchaba. Nadie me ha escuchado nunca. Mi cabello se batió en frente de mi cara.
«Créeme, tú estás mejor sola.»
Estaba fumando un cigarro. No podía parar. El humo me resultaba adictivo. Lo extrañaba tanto.
«Yo lloro, cuando los...»
El hombre ciego me sonrió. De repente, ya no es un anciano, es un muchacho joven, es Jesse. Miles de susurros se arremolinaron en mi mente, tropezándose con mis oídos. Eran murmullos con voces diferentes: sonaban celestiales, suaves y aterciopelados.
«Tengo que llevarlo al otro lado. Llevarlo al otro lado. Llevarlo... llevarlo».
Jesse me sostenía la mano. Me tiró hacia él.
«Tienes que resistir... no llorar... no llorar cuando los ángeles...».
Jesse me rodeó con sus brazos.
«...merecen...»
Me derrumbé.
Caí.
Caí.
Y no volví a ver la luz.
«...morir.»
ESTÁS LEYENDO
Cuando los ángeles merecen morir
Teen FictionMi único propósito es informar sobre el trastorno bipolar, las pérdidas de personas muy cercanas y la depresión. Son temas muy delicados pero que muchas veces no se consideran tan importantes. A veces, la gente piensa que hay enfermedades que son pe...