Mi olvidada aldea y el "Bosquespeso"

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Mi aldea es pequeña, insignificante. Se extiende humildemente en el extremo oeste de Invernalia. Rendimos vasallaje, a la "Casa Glover de Bosquespeso". Obedecemos porque tenemos que obedecer, porque las guerras ofrecen salir a conocer el mundo y garantizar cierta ganancia y paz para nuestra olvidada aldea, ubicada lo suficientemente lejos del "Castillo negro", lo necesariamente cerca de la "Bahía de hielo" y a la suficiente distancia del "Bosquespeso" como para que los Glover nos convoquen solo cuando es necesario. A nuestra algo complicada geografía debemos añadir la cadena de montañas que genera mucha fatiga a los pocos enemigos que hemos tenido en nuestra historia.

El mar, a pesar de ser frío, suele ser generoso con nosotros. El clima es agresivo, pero hemos aprendido a conocerlo y respetarlo. Somos especialistas en el invierno y preferimos que el verano sea corto porque nos puede volver holgazanes. Todos aprendemos a pescar, a pelear, a compartir lo poco que tenemos. Nuestra vida se agota en las eternas disputas familiares que suelen terminar siempre en las fiestas en honor a los dioses antiguos.

Pocos son los que se aventuran a viajar más allá de la aldea, salvo unos pocos comerciantes y escasos cazafortunas. La única manera rápida de salir es cuando los señores convocan a la guerra. Entonces, a regañadientes un grupo y con cierta ilusión los otros, se movilizan hacia donde las voluntades y los juegos de tronos nos lleven.

Sin importar la guerra que sea, luchamos con valor, honor y astucia. No somos héroes ni pretendemos serlo, solo cumplimos con nuestro deber. Tratamos de hacer lo necesario porque nos importa poco o nada lo que puedan decir de nosotros. En realidad, más de una vez nos habría gustado revelarnos y vivir solos, pero sabemos que eso sería todo un problema y terminaríamos arrasados. Por ello, cuando convocan para algún enfrentamiento vamos todos los que podemos, marchamos cuanto es posible, estudiamos al enemigo y, según las circunstancias, encaramos a nuestros adversarios o huimos hacia nuestras tierras sin que lo perciba nuestro Señor, bastante escaso de cerebro pero de infaltable valor.

Puede que les escandalice, pero somos desertores casi siempre. Los motivos ya los expliqué. Nuestra aldea provee un mínimo de treinta y un máximo de cien hombres, según sea el caso. Para las grandes guerras, se reclutan un poco más del tope. Antes de partir, mantenemos la tradición de jurar no traicionarnos. Si en medio de la batalla alguien quiere escapar pues nadie se lo impedirá, si en el camino alguien desea otro rumbo pues nadie los delatará. Cada quien puede hacer lo que le plazca al salir de la aldea. Sin embargo, todo hombre sabe que hay consecuencias por sus acciones. No, no hay castigos, torturas o venganzas; simplemente actuamos con indiferencia y anulamos el principio de reciprocidad con quienes abandonan a sus paisanos. No hay muerte, juicio o sanciones. Solo la indiferencia. Eso significa que, por ejemplo, si la madre de un desertor enferma simplemente no se le atiende. Si el hijo de un cobarde huye y tiene un hijo en la aldea, este vivirá a su suerte sin mayor ayuda. Ahora, de cuando en cuando alguien se compadece, pero es bajo su responsabilidad.

Aunque no parezca, en realidad no somos rencorosos; solo prácticos. Si ayudas te ayudamos, si colaboras te colaboramos. Nuestros vínculos de sangre se defienden todo lo posible y se olvidan según el nivel de indiferencia en el incumplimiento de los pactos.

Esa es mi aldea. Imperfecta y querida, amable y olvidada. Se pierde entre la naturaleza para vivir en paz y en escasez. Ahora me dirijo a ella junto con los restos de mi padre y mi hijo, dispuesto a contar mi historia de la mejor manera posible y esperando que no haya sido alcanzada por los "Caminantes blancos" (no lo creo). Imagino que otros, los que escaparon antes de la batalla, ya habrán llegado. Después de todo lo que vi, espero que haya sido así. Espero con toda el alma que hayan escapado, llegado a nuestra tierra y abrazar a sus hijos. Espero que hayan tenido la suficiente fuerza para no caer durante el largo invierno que empieza a sentirse. Espero poder verlos, abrazarlos y decirles que no hay nada de qué avergonzarse, que el temible enemigo habría espantado a cualquiera y que en mi corazón rogaba que los más jóvenes de nuestra aldea, en la confusión de la batalla, hubieran podido escapar.

Si los llego a ver, les diré que mi padre me pidió que les dijera que la mejor decisión habría sido esconderse o escapar. Mi padre, mi testarudo padre. El último hombre de la aldea fiel a los principios de lealtad a los antiguos dioses. Todavía lo recuerdo quebrar en voz alta su juramento y decirme que, en caso muriera, les dijera a los demás que huyan. Viejo terco, decírmelo a mí también y negarme rotundamente a abandonarlo, salí a él, y mi hijo – desgraciadamente – idéntico a mí.

Se hace largo el camino cuando se viaja solo. El Señor de Bosquespeso ya debe estar en su destino, a mí me faltarán algunas horas. Solo quisiera estar ahí, mostrarme drástico frente a todos. Probar del guiso de mi esposa, abrazar a mi madre, acariciar a los hijos que me quedan y llorar lo que no he podido después de rendir homenaje a mis familiares caídos. Es tan poco para un soldado, es muchísimo para quien ha visto la muerte ir y venir sin descaro, desafiando todo lo que hasta hoy había creído.

Ya diviso mi hogar, falta poco. Es mejor seguir caminando y evitar descansar.

SOLDADO DE INVERNALIA. Fanfic de "Game of thrones"Where stories live. Discover now