El fin de una batalla y el regreso a casa

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Solo hasta hoy pensé que lo más duro era ver a mi padre y mi hijo morir.

Hemos acompañado, desde siempre, las decisiones acertadas y equivocadas de los señores de Invernalia. Estuvimos el día en que Eddad Stark se dirigió para no volver a Desembarco del rey. Acompañamos a las tropas que inútilmente intentaron castigar a Gregor Clegane y fueron aniquiladas. Humillados y avergonzados, acompañamos a nuestro señor hacia donde moraba el joven Robb Stark, comprometidos con la venganza por la muerte de nuestro señor. Vencimos, perdimos, fuimos relegados a la retaguardia el día de la "Boda sangrienta" y por tal motivo salvamos de morir. Sin mayores esperanzas, volvimos a nuestra aldea. Allí estuvimos hasta el llamado de Jon Snow, el bastardo – hasta hoy las historias cantan que volvió de la muerte, lo cual sigue siendo imposible de creer – para unirnos contra la locura de los desolladores de Fuerte terror. Batalla complicada y casi perdida, sino fuera por la llegada de la bella Samsa Stark y las tropas del Nido de Águilas.

Creímos, entonces, que la paz al fin había llegado. Se conmovieron nuestros corazones cuando jamás volvimos hablar de un "Señor de Invernalia" sino de un "Rey en el norte". Pero, contra todo pronóstico, no marchábamos hacia Desembarco del rey a vengar la muerte de nuestro Señor. Solo nos ordenaron regresar a nuestra aldea, reclutar a nuestros hijos, traer provisiones y movilizarnos a Invernalia. Como soldados, solo sabíamos lo que teníamos que saber. No comprendimos la magnitud de nuestros enemigos hasta que el terror voló en el cielo en forma de las antiguas pesadillas de nuestros ancestros. Montada como en las leyendas más antiguas, contemplamos el magnífico cabello blanco de la joven Targaryen y su majestuoso dragón, motivo de las más disparatadas conversaciones que fantaseaban con guerreros castrados, liberación de esclavos y un mar de jinetes que dormían, comían y hasta fornicaban con sus caballos.

"Caminantes blancos" era el nuevo nombre de nuestros enemigos; ejército de "muertos vivientes" reclutados por generaciones y comandados por un personaje del que alguna vez nos contaron nuestras bisabuelas . El reciente "Rey del norte" entregó su mando, y tal vez algo más, a la "Señora de dragones". Las razones parecían poderosas, nuestro enemigo solo existía, hasta entonces, en las historias más ridículas que habían pasado de generación en generación solo para asustar a los niños más pequeños. De pronto todos los mitos eran verdad. Los castrados, los jinetes de largas colas, los hermanos Lannister (el Matareyes y el Diablillo), la niña Stark, los despreciables salvajes del otro lado del muro (ahora destruido), los adoradores del fuego y las espadas luminosas, los antiguos señores Tully, la "mujer caballero", la bella Samsa Stark y hasta el despreciable Theon Greyjoy (maldita su sangre y las islas que parieron cobardes) se reunieron contra un enemigo que, a diferencia de otros, no comía ni dormía, no se cansaba y, peor aún, ya estaba muerto.

No soy un contador de historias, los trovadores se encargarán de hablar de la más terrible batalla que ya ha terminado. Solo pienso, mientras regreso a casa con los restos de mi padre y de mi hijo, en qué le diré a mi esposa y a mi madre. Trato de ver la manera más coherente de explicarle que ambos murieron protegiéndome del ataque al interior del castillo. Intento esbozar la forma más adecuada de contar en la aldea que los lloré mientras rendía el hacha y que simplemente esperé la muerte también, cansado de perder tanto, ante el imparable avance de un enemigo que no sentía, no respiraba, no sentía calor ni frío.

No, no hay manera coherente. No hay forma de explicar que los cadáveres de mi hijo y mi padre se levantaron con ojos azules que jamás había visto, que levantaron sus hachas sin importar que tenían frente a ellos a su padre e hijo. No hay forma de decirle a mi madre, mi esposa y los hijos que me quedan que algo también murió en mí, que la rabia de años de peleas habían acumulado y que no había nada más indignante que los muertos con honor resucitaran como marionetas de titiritero. Sabía que no eran ellos, sabía que eran esclavos de la voluntad de un rey que no quería súbditos, solo muerte y extinción de lo poco que me quedaba. No, no le daría el gusto, no le daría la oportunidad de someter las voluntades de mis hijos a un ser maldito. Los volvería a matar si era necesario, me enjugaría las lágrimas y cumpliría mi último acto de honor, asesinarlos. Rápidos fueron mis movimientos, doy gracias a los dioses antiguos y veloz mi hacha. Moriría, pero me llevaría – no sé adonde – a todos los muertos posibles.

Fue entonces cuando, en cada lugar donde hubiera un humano de pie, terminó la batalla. Los muertos volvieron a ser muertos y se volvieron un extraño cristal. Mi padre y mi hijo descansaron por fin. No estoy seguro de lo que pasó exactamente. Solo sé que el "Rey de la noche" fue asesinado y alto ha sido el precio. Al menos yo, lo he perdido casi todo.

La aldea está cerca, Nos han permitido ver a nuestras familias y tener algunas semanas para recuperar fuerzas. Llevo los restos – si pueden llamarse así – de mi valiente hijo y mi testarudo y aguerrido padre. Soy el último de los hijos de mi madre, todos los demás murieron en nombre de nuestros señores de Invernalia. Mi padre era el último de los hijos de mi abuela, aniquilados también. Mi esposa, si sigue viva a pesar de tanta tristeza, tendrá que llorar nuevamente como lo ha hecho ya tres veces por la misma razón.

SOLDADO DE INVERNALIA. Fanfic de "Game of thrones"Where stories live. Discover now