Trace las líneas del oscuro pentagrama
a la sombra de un solo tiro
pues era éste, era una bendita sombra
la que el pecho mío atravesaba,
como tormento tocaba mi piel
mía con su miel,
de sus labios asesinos.
Arrullé las veces del silencio,
éste voló y voló en lo alto de un verso,
hasta el subsuelo de mis piernas
largas y amarillas que decoran el cuadro
de su roja alcoba de papel,
dando silueta a lo que en sombras
alguna vez besó lo delicado de un verso.