Capítulo XI

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Capítulo XI

    La abuela de Anarella había recibido un duro golpe al ver lo que había tenido que hacer su única nieta. Había sentido el corazón romperse cuando se encontró, por medio de aquel imponente hombre, que no sería recibida a aquella propiedad que a él le pertenecía. Como tampoco se le permitiría a ningún Roswling.



     El invierno pronto inicio, con sus copos de nieves, cayendo en la ventana de Anarella.



    Tres meses de matrimonio, habían vuelto aquel lugar en su prisión. Sentía que nada le haría cambiar aquella realidad, ni siquiera aquel sentimiento que sin querer empezaba a crecer en ella.



— Yo me siento feliz junto a Anarella. Ella es como una madre para mí...— le expresaba aquel pequeño niño a Duncan, mientras se encontraban caminando por el jardín. Detallando aquel invierno.

— ¡Mas no lo es!... Jeremy, tu madre era distinta... Y por favor, no la vuelvas a comparar con nadie... Y acostúmbrate a llamarle: Señora O'Rourke...— sus ojos lo miraron tan seriamente, que él comprendió el disgusto de aquel hombre.

— Sé que no lo es... Pero es lo más cercano que tengo a lo que era mi madre...— expresó con tristeza.



    Anarella los miraba a través de su ventana, sintiendo que una parte de ella desvanecía en aquella escena. Jamás tendría una familia... Una feliz familia. A pesar de que se había encariñado con Jeremy.



—Señor O'Rourke, no entiendo como puede ser tan duro con ella. ¿Acaso no la ama? ¿Acaso no fue por eso que se casó?— prosiguió aquel niño con inocencia.



    El silencio enmudeció sus labios, sin darle una respuesta que pudiera darle.



    Entendía como su tutor la necesidad que sentía de tener a una madre, o lo más cercano a ella. Lo abrazó aún más fuerte con amor y ternura, sin observar que Anarella los miraba y lloraba al sentirse triste y ausente de sí.



—Pensé que los adultos se casaban por ese motivo.— agregó al buscar su mirada.

— Jeremy, aún eres un niño para que puedas entender muchas cosas que solo los adultos entendemos. Vamos a entrar... Está haciendo mucho frío...


     Aquel invierno fue helando su corazón y sus venas, mientras el mirarla, le hacía sentirse extraño y confundido. Observarla le hacía preguntarse cómo alguien como ella había decidido dejar Inglaterra por un país como Irlanda. Se había despedido y desprendido de todo lo que pudiese haber tenido siendo una Rowling. Patrick había sido una fiel prueba de lo que guardaba dentro esa familia: avaricia, prepotencia y crueldad.



    Una tarde no lo pudo soportar más y decidió acercarse de nuevo a ella. Quería buscar realmente quién era Anarella y qué ocultaba, no podía creerse que fuese todo lo que ella se mostraba en su presencia. Aunque se hubiese sacrificado por uno de los suyos. Algo dentro de ella debería ser tan parecido a Patrick.



—Buenas tardes, Señora O'Rourke. — le expresó al acercarme a ella, después de entrar a su habitación.



     Anarella dejó lo que hacía.



—¿Qué hace usted aquí? ¿Cómo entró?— expresó asustada, al dejar de mirar por la ventana.

— Sé olvida de que este es mi hogar... Y que entró a donde quiero, sin pedir autorización de nadie— mencionó con prepotencia, al mismo tiempo, en que observaba su pálido rostro—. Vine a hablar con usted— miró hacia la ventana—. Y este es un lugar privado para llevar una conversación.



    No podía ignorar cuan hermosa era, a pesar de su palidez. Y aquella tarde estaba aún más hermosa. Se encontraba con un vestido sencillo y llevaba su cabello suelto.



—Entonces, hable...—expresó sin temor y sin inmutarse.



    Duncan sonrió con ironía y picardía al observar su actitud.



— Puede sentarse un momento...

—¿Qué es lo que tiene que decirme? ¿Acaso otro de sus sermones?— expresó al desafiarle, manteniéndose en el lugar que se encontraba. Estaba molesta por su abuso de entrar a su habitación sin tocar.



     Duncan caminó hacia ella, sin apartar su mirada de sus ojos.



—¿Se ha visto en un espejo? ¿Ha visto lo pálida que está?... ¿A quién cree que le esta haciendo daño cuando deja de alimentarse bien?— sonrió con pedantería al detenerse en frente de ella—. ¡Le juro que a mí no!

— Entonces, deje de preocuparse por eso... Siento no poder cumplir todos sus deseos, "señor"... Y menos, cuando su actitud y modales en la mesa me aterran. Dispénseme si a causa de eso he perdido el apetito... Y si no puedo comer bien, como usted desea, ante la presencia de Jeremy.



      Duncan tomó su brazo derecho, con algo de fuerza, mirándola a los ojos, por una parte, ofendido tras su respuesta, y otra, al sentirse más confundido cuando la acercó más a él. No comprendía cómo podía sentirse preocupado por la decisión de ella.



—¡No estoy jugando!... — agregó y luego guardó silencio con su otra mano tocó su barbilla y posteriormente, sus mejillas hasta llegar a su cabello.



    Aquello inquietó y sorprendió a Anarella, temiendo que su orgullo concluyera lo que una vez no se atrevió a concluir aquella noche de su unión matrimonial.



     Acercó su rostro a su cuello y posteriormente a sus mejillas. Notó que Anarella empezaba a temblar por eso. No obstante, no por eso me detuvo.



     Sus labios estaban sellados. Estaba nerviosa por su actitud y por la manera en que la miraba. Aquello impulsó a aquel hombre salir de aquella habitación, mientras Anarella al fin recuperaba la respiración y el semblante de su rostro. De nuevo Duncan también recuperaba su respiración, mientras no entendía el motivo que le había hecho actuar de esa manera. Sin imaginar, la manera en que ella le estaba transformando. Ella sería el motor que le impulsaría que le hacia querer cambiar sin él mismo percatarse de eso.



— ¡Qué demonios crees que has hecho!... — se expresó a sí mismo, al encerrarse a su habitación.

Corazón de Témpano (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora