Capítulo IX

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Capítulo IX

      Aquella noche Duncan había preparado todo para que en verdad pareciera que se iba a realizar una boda privada. Se vistió para el momento, mirándose cuidadosamente en el espejo.




      En el coche, Anarella miraba a su ventana, observando el paisaje de aquella noche gris, sin estrellas. "Tenía que ser fuerte", se decía, mientras sentía frías sus manos. Al mismo momento que sentía palpitar a su corazón, producto de los miedos y de las inquietudes que ahora harían su vida diferente.





     Pronto Duncan bajó, encontrándose a aquel pequeño niño estaba bajo su cuidado y al cual quería como si fuese su hijo. Miró en aquellos ojos la curiosidad de un niño de su edad por la expectativa de lo que le esperaba ver o encontrar en ese día. Pronto el coche donde se encontraba Anarella entró en aquellas tierras. El pequeño Jeremy no entendía la actitud de su tutor, ni siquiera los preparativos que se llevarían aquella noche.



     Pocos minutos después Duncan y Jeremy vieron a Anarella entrar a su hogar. Aquello le hizo sentirse como un triunfador a Duncan sin ver ni imaginar lo ciego que estaba.





     Sonrió y se acercó a ella, mientras a los lejos Jeremy los miraba de manera atónita. Su inocencia no le permitía ver lo malvado y cruel que era aquel hombre que lo había acogido siendo apenas un bebé de meses, al morir sus padres, ni la canallada que hacía aquella noche.





— Buenas noches, "señorita"...— dijo al tomar su pequeño equipaje y al entregárselo a unos de sus sirvientes, mientras también se disponía a tomar su brazo y así acercarla a donde se llevaría a cabo su matrimonio—. ¿Me acompaña?

— Mmm... Sí.— dijo entre cortada y asustada.



     Podía sentir cuan heladas estaban sus manos. A pesar de que las tenían enguantadas. Podía ver cuan asustada estaba, al escuchar su respiración, a pesar de que ella lo quería ocultar. No obstante, aquello no lo detuvo.



     Realmente estaba disfrutando y sólo podía imaginarse la cara de Patrick al saber ahora que serían familia. Él se casaría con su queridisima prima y nada ni nadie podía cambiar aquello.




     La ceremonia comenzó, y entre ella, esa realidad que los uniría. ¿Para siempre? ¿Hasta que la muerte los separara?... ¿O hasta que él se obstinara de hacerla infeliz? ¿O descubriera que la amaba?





— Si, acepto.— respondió Anarella a la pregunta que le hicieron.



     Sin embargo, aquella noche no la tocó. No obstante, no pudo ocultar aquel deprecio que sentía por ella. Allí, en frente de ella, en ese lugar decorado de velas y de rosas blancas, se fue acercando más a ella, sintiendo su temor y su respiración. Estaba estática, suponiendo lo que ocurría en su mente.




     La miró a los ojos de manera pícara e irónica, sintiéndose triunfador, por la humillación que había causado para los Rowling. Una de sus integrantes había tenido la osadía de unirse en matrimonio y en secreto a él. El peor enemigo de Patrick Rowling. Colocó sus manos en su cintura y posteriormente su cabeza en su cuello.





— Espero que sea de su total agrado señorita...Mmm, lo he dicho mal. "Señora O'Rourke"— sonrió con malicia al susurrárselo al oído—. He mandado a preparar todo para usted...





      No podía responderle. Se encontraba tensa por todo aquello.





     Hizo como si tuviera la intención de desvestirla. Fue desabrochándole poco a poso su vestido, mientras Anarella solo se mantenía inmóvil y cerraba los ojos, evitando llorar. Besó nuevamente su cuello y su hombro suavemente, colocando nuevamente sus manos en todo su cuerpo. Miró su rostro, sin compasión. Era la prima de su enemigo. ¿Qué compasión podía sentir por ella?, se decía con cinismo y frialdad. En sus venas solo corría el odio y el deseo de destruir a su viejo enemigo. Aquel que le había arrebatado la única felicidad que había tenido. Y en ese instante lo hacía al herirla y al humillarla a ella.



— Mmm... Es suficiente. No me apetece nada de usted...— agregó con cinismo al alejarse de ella—. Me iré a mi habitación. Esta será solo de usted. No se preocupe, no pretendo tocarla más... No exigiré de usted, lo que exige un marido de su esposa. Como podrá ver, este matrimonio será solo de apariencia... No creerá que querré un hijo con usted... ¿Un hijo que lleve su sangre? ¡Por el amor de Dios! ¡Eso nunca!— mintió, porque era consciente que debía al menos concebir un heredero. Pero a su tiempo se lo haría saber.





    Le dio la espalda y se alejó de allí, humillándola de la manera más ruin y cruel que pueda existir.





     Ella aún temblaba como lo hace una hoja con el viento, al instante en que se sentaba y acomodaba su vestido. Su respiración se encontraba agitada, al igual que su corazón. Aquel era y sería el precio que debía pagar para que su primo siguiera con vida. No se lo debía a Patrick, sino a su tío. No era justo que él perdiera al único heredero en su familia.

Corazón de Témpano (Editada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora