Capítulo 5: Verdades incomodas

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― ¿Jordi? ―dije incrédula―. ¿Te llamas Jordi?

            Girado y dándome la espalda, parecía estar… ¿avergonzado? Sí, tal vez esa era la palabra. Sin embargo, pude ver cómo asentía levemente con la cabeza.

            ― Es decir, que lo que se dice del caballero que mata dragones… San Jordi… ¿Eres… eres tú? ―dije apoyando una mano sobre uno de los cofres de monedas. Él me miró por encima del hombro y luego al suelo.

            ― Tenía la esperanza de que no conocieras la leyenda. En fin… qué más da ―confirmó encogiéndose de hombros y dirigiéndose de nuevo a la mesa para sentarse en el enorme sillón que había delante.

            No obstante, yo no estaba dispuesta a dejarlo pasar. No. ¡Yo había tenido la esperanza de que dicho caballero me salvara del dragón, maldita sea!

            ― A ver. Un momento ―dije acercándome a él visiblemente confundida―. ¿Eres… eres un caballero que se convierte en dragón o… eres un dragón que se hace pasar por caballero?

            El dragón, es decir, Jordi, me miró desde el sillón un segundo y esbozó una sonrisa culpable.

            ― Más bien lo segundo…

            Entonces, totalmente pasmada, me senté encima de la mesa y clavé los ojos al suelo.  

            ― ¿Por qué diablos te haces pasar por caballero? ―pregunté a media voz. Sin embargo, justo cuando él iba a contestar lo detuve―. ¡Espera! No me lo digas ―grité―. Esa es la respuesta, ¿no? Por eso tienes todo esto. Son las recompensas por matar a los dragones. ¡Te haces pasar por caballero para matar dragones cuando en realidad tú también eres un dragón!

            Jordi suspiró y se levantó carraspeando un poco, dispuesto a, tal vez, decir la verdad.

            ― En realidad… ―dijo mientras se sentaba a mi lado―. No hay ningún otro dragón ―dijo rascándose inocentemente la cabeza. Yo abrí la boca de par en par.

            ― ¿Quieres decir que… que tu eres… tu eres el dragón y el caballero? ―dije levantándome de golpe de la mesa. Él me dedicó una sonrisa culpable.

            ― Bien tengo que ganarme la vida, ¿no?

            ― ¡Eres un estafador! ―exclamé. Él no pareció estar de acuerdo, aunque yo estaba convencida de que no me equivocaba.

            ― Bueno, yo no diría tanto. Sólo… ―Al ver mi cara se detuvo―. ¡Vamos! La gente necesita un héroe. Yo se lo doy. Están muy agradecidos de que les salve del dragón.

            ― ¡Pero no hay ningún dragón! ¡Bueno sí, tú! ¿Cómo consigues dormir por las noches?

            ― También tengo cama… bastante cómoda y amplia por cierto. ¿Quieres probarla? ―dijo con una media sonrisa. Yo soplé exasperada.

            ― ¿Es qué no te das cuenta? ¡Aterrorizas a la gente sólo para salvarles luego y… y… robarles!

            Su sonrisa pícara se borró al instante. Todo su cuerpo se tensó ante mi acusación. Estaba claro que no estaba acostumbrado a que lo juzgaran por algo que él creía que era correcto. Así que se puso a la defensiva al instante.

            ― No robo a nadie. Ya te he dicho que todo me lo dan gustosamente.

            ― ¡Por qué mientes! ¡Estafar es lo mismo que robar! ―le grité mientras me paseaba nerviosa por la pequeña guarida―. ¡No! ¡En realidad es mucho peor! ¡Porque ilusionas a la gente y haces que crean en mentiras!

La leyenda de San Jordi, el Dragón y la Princesa... ¿O era al revés?Where stories live. Discover now