XIX

487 67 19
                                    

EL COMISARIO DE POLICÍA, EL VIZCONDE Y EL PERSA


La primera frase del señor comisario de policía al entrar en el despacho de la dirección fue para pedir noticias de la cantante.

—¿No está aquí Christine Daaé?

Iba seguido, como ya he dicho, por una compacta multitud.

—¿Christine Daaé? —responde Richard—. No, ¿por qué?

Por lo que se refiere a Moncharmin, ya no tiene fuerzas para pronunciar ni una palabra... Su estado de ánimo es mucho más grave que el de Richard, porque Richard todavía puede sospechar de Moncharmin, pero Moncharmin se halla frente al gran misterio..., el que hace estremecerse a la humanidad desde su nacimiento: lo Desconocido.

Richard continúa, porque la muchedumbre que rodeaba a los directores y al comisario guardaba un silencio impresionante:

—¿Por qué me pregunta, señor comisario, si Christine Daaé no está aquí?

—Porque tenemos que encontrarla, señores directores de la Academia nacional de música —declara solemnemente el señor comisario de policía.

—¡Cómo que hay que encontrarla! ¿Acaso ha desaparecido?

—¡En plena representación!

—¡En plena representación! ¡Es extraordinario!

—¿Lo es, verdad? ¡Y tan extraordinario como esa desaparición es que yo tenga que informarles de ella!

—En efecto... —asiente Richard, que se coge la cabeza entre las manos y murmura—: ¿Qué es toda esta historia? Decididamente, hay motivos suficientes para presentar la dimisión...

Y se arranca algunos pelos de su bigote sin darse cuenta siquiera.

—Pero esto es como en un sueño..., ha desaparecido en plena representación.

—Sí, ha sido raptada en el acto de la cárcel, en el momento en que invocaba la ayuda del cielo, pero dudo mucho que la hayan raptado los ángeles.

—¡Pues yo estoy seguro!

Todo el mundo se vuelve. Un joven pálido y tembloroso de emoción repite:

—¡Pues yo estoy seguro!

—¿De qué está usted seguro? —pregunta Mifroid.

—De que a Christine Daaé la ha raptado un ángel, señor comisario, y podría decirle el nombre...

—¡Ah, señor vizconde de Chagny! ¿Pretende que la señorita Christine Daaé ha sido raptada por un ángel, por un ángel de la Ópera, sin duda?

Raoul mira a su alrededor. Evidentemente busca a alguien. En ese instante en que le parece tan necesario llamar en ayuda de su prometida el socorro de la policía, no le importaría ver de nuevo al misterioso desconocido que hacía un momento le recomendaba discreción. Pero no lo descubre en ninguna parte. ¡Vamos, tiene que hablar...! Pero, no podría explicarse ante toda aquella muchedumbre que le mira con una curiosidad indiscreta.

—Sí, señor, por un ángel de la Ópera —le contestó al señor Mifroid—, y le diré dónde vive cuando estemos solos...

—Tiene razón, caballero.

Y haciendo sentarse a Raoul a su lado, el comisario de policía ordena que salgan todos, salvo, naturalmente, los directores, que sin embargo no habrían protestado porque ya parecían hallarse por encima de cualquier contingencia.

El fantasma de la óperaWhere stories live. Discover now