La condena

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Pasaron cuatro años después de aquel suceso. Meryl Jane, como ahora se hacía llamar, pintó su cabellera pelirroja al rubio azabache y consiguió un trabajo estable en uno de las empresas pesqueras de la isla. Remodeló su viejo departamento para que el pequeño Jack se acoja en él, haciéndoles creer a todos en la Isla que la reservada Meryl Jane un día decidió adoptar a un niño.

Durante esos años, ella había sido testigo que a la media noche el pequeño Jack sufría una leve transformación física. Tal cual lo prometió, ella lo cuidaba como a un hijo y hasta se sorprendió así misma preocupándose de verdad por él. En cambio, no se podía decir lo mismo del púber.

Él era desesperante, arrogante y trataba a Meryl Jane como a una empleada. Su vocabulario seguía siendo el de un hombre alrededor de los treinta años. Cuando su madre regresaba del trabajo, encontraba siempre algo roto dentro del departamento. Muchas veces consideró huir de aquel lugar, pero Jack parecía leerle la mente y al chasquear los dedos, le recordaba la noche en que se encontraron.

—¡Jack, he llegado! —entra Meryl Jane al departamento con unas bolsas de papel donde llevaba algunas verduras—. ¿Jack, estás aquí?

Un silencio inunda el lugar por completo. Con pasos sigilosos, deja las bolsas de las compras en la cocina y con la respiración entrecortada comienza su camino hacia la habitación de Jack. Dentro del cuarto, extrañamente, todo se encuentra en perfecto orden. Oye un tic tac debajo de la cama que la hace sobresaltar, y con las manos temblando, decide con lentitud arrodillarse y ver qué hay ahí.

Una pequeña caja al descubierto se halla conteniendo unos recortes periodísticos, dos cartas viejas y unos artefactos algo oxidados. Toma uno de los periódicos el cual lleva en su carátula "Desaparición de cinco días del policía Browns causa conmoción". En aquella nota logra leer cómo el policía más conocido de la Isla fue hallado delirando en la Calle de los Abnegados balbuceando palabras incoherentes, entre ellas la palabra místico.

Se escuchan unos pasos acelerados y temiendo que sea Jack, saca una pequeña daga de la caja guardándosela rápidamente en su chaqueta. Sale del cuarto dirigiéndose al baño fingiendo limpiarlo. Los pasos dejan de oírse, su corazón se acelera y teme lo peor llegar.

—Oh, Meryl Jane —su voz que fingía ser de un niño la aterraba—. ¿Dónde estás ahora? —cuando tomaba fuerzas para responderle, Jack apareció frente a ella dentro del baño.

—Limpiaba... el baño —respondió en un susurro.

Jack se dio medio vuelta para sentarse encima del lavamanos, miró alrededor del baño como si estuviese descifrando un código dentro de él.

—Recuerda que hasta puedo saber qué piensas, Meryl —le dirigió una mirada acusadora—. No me quieras ver la cara de tonto. ¿Qué hacías en mi habitación?

Jack esperaba una expresión que la delatara y al fin acabar con ella, pero no recibió nada de eso. Meryl lo miró de una manera neutral, porque sabía que eso le inquietaba al pequeño Jack.

—No estaba ahí. No me hagas creer que sabes mis pensamientos —enarcó una ceja. A lo largo del tiempo compartido con él, había entendido que él le hacía creer eso pero al final, ella era quien hablaba sola; sea despierta o dormida.

—Escuché que me llamabas, sentí tu respiración entrecortada y oí cada paso tuyo. Tú... —saltó del lavamanos para caer parado e irritado por la situación. Tomó su mano y la jaló con tosquedad hacia su habitación.

Se arrodilló y agachó la cabeza, el mismo procedimiento que hizo Meryl Jane para ver su caja debajo de la cama. Antes de revisar el contenido, la miró de una manera inquietante.

—¿Tienes algo que ver con la desaparición que tuvo el policía Browns? —comentó, delatándose a sí misma. Lo hizo para que no se diese cuenta que faltaba la daga dentro de la caja.

—Meryl Jane, ¿no sabes que la curiosidad mató al gato? —la señala de manera inquisidora—. Él también pasó por lo mismo que tú —¿Cómo podría ser cierto? ¿El policía cargando una responsabilidad igual a la mía?, pensó—. No te daré detalles de la verdad, no lo necesitas.

Entonces Meryl Jane se cuestionó que si el policía Browns estaba fuera de sí, por otro Bebé místico, ella podría tener oportunidad de escapar. Jack le dio la espalda para seguir revisando los objetos de la caja, pero al darse cuenta que le faltaba la daga bajó la mirada al ver que ésta traspasaba su corazón.

—Oh, Meryl Jane ¿Qué has hecho? —el cuerpo de Jack cayó sobre su cama—. Te has condenado sola.

En un par de segundos el cuerpo de Meryl se descompuso y su alma se alojó en lo único cerca que estaba: la daga oxidada.


Cuentos cortos para no dormir.Where stories live. Discover now