Capítulo 1

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El Primer Retador

Año 306 del Invierno en Istarya,

Le había tomado trabajo, pero reunió a un ejército de hombres, más de mil de ellos, que estuvieron dispuestos a unirse a su arriesgada misión.

Años de esfuerzos... ganándose la confianza de todos...

Si Tylen quería ser el nuevo rey de su gente, sabía que la única forma de conseguirlo era terminando la maldición.

El último regente de su continente, Umir el Conquistador, había unificado a todas las tribus barbáricas en un solo pueblo, Istarya. Para sellar la paz con la última de ellas, se casó con la heredera de dicho clan, especialistas en magia de hielo.

Como resultado de ello... tuvo una hija cuyo poder era inconmensurable.

Pero ella se corrompió.

Y junto a un caballero que la servía desde que nació, huyó de su hogar y encontró el templo oculto de los Dioses Paganos... y dándole la espalda a su fe, convirtiéndose en una hereje, usó su cuerpo como el recipiente de una magia pérfida que trajo sobre todo el continente un invierno eterno, que ya tenía trecientos años en su apogeo.

Mientras vivió, el soberano envió todos sus recursos a encontrar el templo... pero nadie que entraba al bosque con ese propósito, regresaba.

No obstante, nadie tenía tanta gente hábil como él.

No se estaba tomando este asunto a la ligera... había buscado a cada mago, cada criatura y hombre hábil de estas tierras... los había entrenado, y ahora, iría a por su destino.

Se lo debía a su familia.

Durante décadas, habían ascendido económicamente, pero no socialmente y esto... esto definitivamente los haría subir el peldaño que les faltaba para hundir a esos elitistas nobles que les humillaban de forma permanente.

Así que Tylen reunió a sus hombres y partieron al bosque al amanecer del día siguiente.

El recorrido fue... duro.

Más de lo que creyó en un principio.

Pese a tener poderosos magos para orientarles entre las heladas ventiscas que a todas luces eran sobrenaturales, varios de sus hombres, terminaron desapareciendo en la nieve, de forma inexplicable.

El camino se hacía eterno y había muchas trampas...

Así mismo, se encontraron con tumbas heladas, cadáveres perfectamente preservados de aquellos que habían intentado hacer su camino al templo, lo cual le dijo, que, sin lugar a duda, la pecadora a la que perseguían era tan poderosa como la leyenda dejaba entrever.

¿Cómo si no una mujer, que, en cuadros antiguos, apenas medía el metro sesenta y parecía una figura de porcelana podría soportar tal travesía, por muy diestro que fuese su acompañante? Ellos sólo habían podido hacerlo, gracias a sus magos, especializados en hechizos de fuego, y al buen equipamiento para el frío, que habían tardado casi un siglo en modernizarse desde las generaciones pasadas... no obstante, superado ese obstáculo, el frío comenzó a dimitir.

Y eso le hizo tener un muy mal presentimiento.

Por lo que cuando alcanzaron el valle de helados espinos, ordenó a todos sus hombres ponerse en alerta.

Todo estaba demasiado tranquilo...

Tanto que no le gustaba en absoluto... pero nada ocurrió...

¿Sería acaso su imaginación jugándoles malas pasadas?

Tras día y medio adentrándose en el valle, finalmente alcanzaron las enormes estatuas de mujeres aladas, que indicaban que se había llegado al templo. Al acercarse, vieron una escalera estrecha, de mármol blanco pulido, que iba hacia lo profundo de la tierra.

Un templo subterráneo.

—Estad atentos —Ordenó a sus tropas, maldiciendo internamente el diseño del lugar. Entrar allí, sin saber lo que les esperaba, era un suicidio.

¿Quizás si enviaba un pequeño escuadrón a revisar...? Serían corderos de sacrificio, pero Tylen se encargaría de que sus nombres fueran engrandecidos cuando su misión finalizara y compensaría a sus familias adecuadamente...

No obstante, no tuvo chance de informar a sus subordinados de su decisión...

Se escuchaban pasos...

Cosa extraordinaria, pues no deberían oír nada entre el murmullo del ejército y la naturaleza... menos los pasos de un solo hombre...

Pero este hombre era el guardián.

Todo lo que pasó a partir de ese momento, fue bastante confuso...

Escuchó gritos desde los flancos y al girarse, vio como desde este y oeste, ondas de magia barrían a sus tropas... convirtiéndolas en estatuas de hielo.
Con su corazón bombeando por la batalla, afianzó su espada y dio la orden de luchar...

Sus ojos encontraros los preternaturales orbes del guardián, que brillaban en varios tonos de verdosos y por su mente pasó un pinchazo de sorpresa.

Ese hombre no tenía la apariencia, salvo por sus ojos, de ser alguien más que corriente. Sólo tenía una espada en su mano, pero ni medía tres metros como los cuentos narraban, ni parecía un demonio de las huestes del infierno.

Es más... mientras sus hombres caían por largas estacas de hielo que los atravesaban desde el cielo... mientras más se acercaba a él, podía casi palpar un asfixiante sentimiento de cruda soledad... anhelo... y desesperación... un sentimiento contagioso... uno que acababa con su mismísima voluntad.

Y cuando sus pies quedaron pegados al suelo... por el hielo que comenzó a cubrirse, ya no podía pensar en nada.

Ni siquiera luchó cuando la espada del hombre, que caminó tranquilamente hasta él, le atravesó el corazón.

Sólo dejó que la muerte helada lo arrastrara a su juicio.

Helada PromesaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora