Capítulo XI - Ella le gustaba

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Suzz...
El inquietante silencio de la casa era la señal que había estado esperando para salir de la casa. Guardó las últimas cosas que le quedaban por meter en la mochila y se la colgó del hombro derecho.

Salió al pasillo y sus sospechas fueron confirmadas: Todos estaban durmiendo.

Se movió despacio a lo largo del pasillo, descalza sobre el frío suelo de madera que había por toda la planta de arriba. Una corriente helada le recorrió el cuerpo de arriba a abajo y escuchó un ruido a sus espaldas.

Podía sentir su corazón latiendo a mil por hora incluso en su cabeza. Apuró la marcha y llegó a los primeros peldaños de la escalera cuando una puerta se abrió a sus espaldas.

Edward atravesó el pasillo con sólo unos pantalones de chandal negros que colgabas sobre su cadera. Vió como metía su mano dentro del pantalón mientras se desperezaba en dirección al baño. La joven reprimió una sonrisa, ahora que había conseguido salir en silencio no podía estropearlo.

Esperó a que Ed se hubiera metido en el baño y bajó las escaleras con rapidez y decisión hasta alcanzar la puerta.

Una brisa marina la recibió al dar el primer paso fuera de la casa: Por fin libre.

La gran oleada de sentimientos que tanto Jared como Brad había despertado en ella el día anterior habían hecho que recogiera rápidamente sus cosas y abandonara la casa cuanto antes. No se lo había pensado mucho, sólo había metido todo hecho una bola ahí dentro y había esperado a que amaneciera.
No tenía un plan trazado en la mente pero tampoco lo necesitaba. Pensaba ir al puerto, comprar algo de comida y coger el primer autobús a la ciudad que hubiera. Ya avisaría a Ruth cuando estuviera sana y salva en la cama de invitados del apartamento de Bradley y Ruth.

La castaña empezaba a temblar ante la idea de perderse, de equivocarse de autobús o de bajarse en la calle que no era. Tenía su GPS, el número de emergencias y todo lo necesario por si ocurría algo, ¿qué le daba miedo entonces?

Aún estaba algo fresco y la piel se le había puesto de gallina en cuanto llegó al puerto. Los pescadores que habían ido a faenar por la noche estaban vendiendo el pescado fresco y los puestos de la feria iban abriéndose al mismo tiempo que el sol iba subiendo y subiendo.

No quería estar mucho tiempo en el puerto, lo suficiente para comprarse el bocadillo e irse antes de que alguno de los chicos de la casa apareciera por ahí.

Compró un sándwich y dos latas de refresco en un puesto donde vendía una anciana que tenía unas rosquillas ríquisimas, según le había dicho Ruth.

La parada de autobús estaba a la salida del puerto y un autobús pasaba cada quince minutos.
Veinte minutos después estaba sentada en el asiento y por fin pudo expulsar el aire de sus pulmones relajada. Lo que se suponía queiba a ser un intercambio a otro país para relajarse se estaba convirtiendo en un infierno.

Empezaba a echar de menos a Nick, Louis y los demás, pero sobretodo a Roger. Estar sin Roger era como que le faltara una mitad, él lo era todo para ella. Ambos tenían a su padre pero después de que su madre muriera siempre estaba en el trabajo y el hombre de la casa era Roger.

Los días que papá se quedaba hasta tarde en la oficina era Roger el que hacia la cena aunque quemara toda la casa, era el que pedía la pizza de los viernes, el que la acostaba y le leía cuentos con una linterna entre las sábanas, incluso cuando empezó ha hacerse mayor era él el que la vestía y la llevaba a clase y, cuando se metía en algún problema, era él el que venía corriendo desde el instituto para hablar con los profesores de su pequeña hermana.

Él era su vida. ¿Qué iba ha hacer sin él? ¿Si de verdad nunca despertaba? 

No sabía en qué momento había empezado a llorar tanto como para no ver más allá de una cortina borrosa. Las lágrimas calientes mojaban sus mejillas.

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