Capítulo VI - Bradley

239 17 1
                                    

Esa sensación de vértigo a medida que los pisos se hacían más y más diminutos no me abandonaba.

La ventana me daba las vistas a la ciudad de Madrid, que desde aquí arriba parecía enana. Las personas eran simples puntos, puntos insignificantes.

Las nubes aparecieron en la ventana y taparon mis vistas.

Suspiré recostandome contra el asiento. No importaba cuánto había llorado ayer ni cuánto le suplique a mi padre que no me enviara a NY, lejos de Roger y, peor aún, sola.

Tenía esperanzas. Esperanzas en que cuando esa mañana me dejó en el aeropuerto con mi maleta y se fue conduciendo a gran velocidad antes de verme montar un dramático espectáculo, diera la vuelta y viniera corriendo a por mí, diciendo que no me fuera, que ya hablaría con la casa de acogida.

Todas esas esperanzas acabaron en la basura, junto con las esperanzas de tener señales de vida Jared.

Jared. Él había estado en un avión como este hace unas semanas... ¿Qué habrá pensado mientras el avión cogia altura? ¿Pensaría en mí aunque fuera un segundo?

 

Su mirada me atravesaba desde el otro lado del bar. Podía notarla clavada en mi espalda. La piel me quemaba.

Quería mirarle, plantarle cara, decirle que me dejara, pero era una cobarde.

- ¡Vamos Suzz! - gritó Ruth desde el otro lado eufórica y con un inglés que hace unos días no habría entendido.

La bola resbaló por la mesa de billar, golpeó a una de rayas y ambas se metieron en un agujeron.

Cameron y Lisa dieron un salto y nos miraron divertidos mientras contaban las bolas que les quedaban.

- Hoy no das una. Si llego a saberlo no apostaba, ¿qué te pasa hoy? - dijo Ruth inclinándose sobre el palo de su billar para hablarme al oído.

Hace unos días no pensaba en otra cosa que no fuera en mi casa, en volver a mi con los míos. Pero ahora las cosas podía mantenerlas en orden, mi deseo de volver seguía vivo e intenso pero gracias a Ruth y sus amigos, el estar a kilómetros de mi casa y de Roger, podía llevarlo más o menos bien.

Sacudí la cabeza - Solo estoy cansada.

- Mentira. Tienes la cabeza en otra parte.

El sonido de las bolas nos llamó la atención. La blanca golpeó la última lisa que quedaba sobre el billar y se metió en el agujero seguido de un grito eufórico de Cameron.

- ¡Ganamos! Quiero mi cerveza - dijo asintiendo y mirando seriamente en mi dirección y la de Ruth.

- Tramposo, aún os queda la negra - le señaló y él se encogió de hombros.

Cameron se acercó al billar y metió la bola negra con la mano.

- Ahora sí.

- Eso no vale - dijo Ruth de nuevo.

- ¿Quién lo dice?

- ¡Yo!

- Ruth, siempre invitamos nosotros. Os toca.

La pelirroja acabó dándose por vencida y fue hasta la barra seguida de Cameron y Lisa.

Miré de reojo hacia la barra. Seguía allí, mirándome. No podía aguantarlo más. Dije nada de chicos desde lo de Jared, y el hecho de tener un acosador no me ayudaba.

Quedaba una de nuestras bolas en el tablero. Coloqué la blanca en el punto y me incliné sobre el tablero. El palo se movió hacia atrás y antes de que pudiera moverlo hacia delante y golpear la bola, una mano lo aferró fuertemente.

¡Eres única!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora