Capítulo 17

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Cuando pude ver todo el dinero que Marga había ingresado en mi cuenta casi me echo a llorar. Y es que diez mil dólares era un pastón para mí. Para mí y para cualquiera. En este momento me encantaría tener el número de Dylan para agradecerle ese gesto –aunque mi conciencia se bate en duelo por devolver todo aquel dinero, que no podía ser que me mereciera–, aunque quería creerlo.

Volví en mí –y es que tener tanto dinero en el banco, hacía de mí una chica muy afortunada– y empecé a pensar en que iba a gastarme el dinero. Podía alargar mis vacaciones en Los Ángeles, comprar más equipamiento para trabajar o podía invertirlo. Trataría de pensar en cuál de esas opciones podía ser más moral gastar el dinero, pero tenía que ser responsable.

Mi alquiler terminaría en unos días, y todavía no había decidido si quedarme un tiempo más en California. Si lo pensaba fríamente, ya había conseguido una de mis metas –exponer por todo lo alto–, pero también un extra, y eso era el dinero que ahora estaba en mi cuenta. Podía volver a casa, en un pueblo pequeño y sin salida, y esperar a que me aceptaran en otra academia de fotografía donde seguir aprendiendo, pues una exposición no hacía de mí una profesional.

Y mientras pensaba en eso, intenté relajarme en el sofá. Gracias al cielo, hoy Haley y Ricardo no estaban en casa y eso me permitía una gran libertad. Me levanté a por un vaso de agua y volví al sillón, haciendo zapping en la televisión. Ni una buena película, ni ningún concierto, ni siquiera un documental –con lo aburridos que son, oye–. Pues nada, la noche me pedía a gritos salir y celebrar que tenía la cuenta llena. Cogí el móvil y busqué en la agenda telefónica y paré cuando encontré a “CAMERON”. Me debatí entre llamar y no llamar.

Llamaría porque me lo pasaba bien con él, era atento y no un engreído como otros –si, hablo de Dylan–. Estaba atento a todos los detalles y me trataba como a una reina, y además le gustaba. La otra opción era no llamarle, pues sabía lo que sentía por mí y yo no estaba en el mismo punto. No era sexy y no me entraba por los ojos –si, sigo hablando de Dylan–, y luego estaba el suceso del día la exposición. No me pude despedir de él, ya que cuando le mostré la exposición a él –con él me refiero a Dylan, y con esa ya van tres veces que lo nombro– y Cameron se fue, seguro que muy humillado. Así que si llamaba tendría que pedirle disculpas, lo que no me apetecía nada.

-Basta –me dije a mi misma.

No llamaría, saldría sola y me lo pasaría bien. Y conocería a gente nueva y luego volvería a casa –borracha–. Así que nada más que hablar, me metí en mis jeans más ceñidos y salí de casa pisando fuerte.

*****

Cogía el móvil, buscaba su nombre en la agenda, y volvía a dejar el móvil. Así llevaba como media hora –sin exageraciones de ningún tipo–. ¿Estaba decidido a hacerlo? No tenía más remedio, la alternativa era reconocer que había salido del centro sin rehabilitarme. Y tener que volver allí, no era algo que me apeteciera demasiado, no más que hacer lo que pensaba hacer.

Así que volví a coger el teléfono por enésima vez, y una vez encontrado su nombre en la agenda, marqué y me puse el teléfono en el oído.

*****

Bailé, bebí y me lo pasé bien, ese era el fin de esa noche. En un local al que no conocía, pero que me encantaba. Ya no me acordaba de cómo se llamaba, iba por mi sexta bebida y los pies se me iban solos a la pista. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien –me refiero a ir sola a algún sitio y que no ocurriera nada que chafara la noche como me estaba pasando últimamente–. Así que me pedí mi séptima copa y descanse un momento sobre un taburete y apoyada en la barra. Saqué el teléfono de uno de los bolsillos de mis jeans, que no había mirado desde que entrara en el local. Tenía una llamada de un número al que no conocía, podía ser cualquiera la verdad, volví a meter el teléfono y me llevé la copa hacia la pista, donde volví a perder la cabeza y dejé que hablaran mis pies. Mientras estaba allí, contoneándome en la pista a ritmo de tecno, decidí no preocuparme tanto y divertirme más. Desde que estaba en Los Ángeles solo había salido de verdad a la hora de celebrar éxitos por el trabajo, que ocupaba todo mi tiempo. Pero no, apenas me quedaba una semana pagada de piso, y aunque poseía más dinero, no quería tomar una decisión de la que luego me arrepintiera. Si tenía que volver a casa y explotar la burbuja en la que había vivido todo este tiempo, lo haría. Los Ángeles era muy cara para mí.

Te puedes quedar [Resubido, sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora