Capítulo 5. Primera parte.

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ALEXANDRA

The war outside our door keeps raging on

Hold onto this lullaby

Even when the music's gone

Taylor Swift

Me costó mucho alcanzar el templo con la niña en brazos y la inclinación de la colina, tanto que Daniele logró llegar hasta mí justo en el momento en el que pisaba el primer escalón, agarrándome de la pernera de mis vaqueros. Al perder el punto de apoyo y notar que me caía, solté a Arlette y ambas aterrizamos en el frío suelo del templo con un golpe sordo.

Mientras me incorporaba reprimiendo un gemido de dolor, Daniele se apresuró a levantar del suelo a su hija y la abrazó preguntándole si estaba bien. Ella había empezado a llorar antes de llegar allí pero en ese momento, tras el susto y el golpe, su llanto se desbocó por completo haciéndome sentir muy culpable. Al fin y al cabo, solo era una niña pequeña.

Candice llegó segundos después y pasó por mi lado sin mirarme, con la vista clavada en los otros dos. Se acercó a ellos y Arlette se abrazó a ella al verla, sollozando contra su pecho.

—¿Estás bien, cielo? Shhhh… ya está… Papá y yo estamos aquí… Estás a salvo...

Me levanté del todo sin dejar de mirarles y me acerqué unos pasos.

—¿Se ha hecho daño…? —pregunté intentando arreglar la situación, aunque sabía que no sería tan sencillo.

Candice me silenció con una sola mirada cargada de toda la rabia que destilaría una madre hacia quien considera una amenaza para su retoño. Y ya incluso antes de que se levantara y aproximara para encarárseme, supe que mi relación con ella estaba arruinada sin remedio.

Retrocedí un poco al ver el odio rebosante en sus ojos.

—¡Vuelve a tocarla y te mato! ¡¿Me oyes?!

Palidecí y miré a Daniele buscando algún tipo de comprensión, él debía saber que no pretendía lastimar a su hija, ¿por qué iba a querer hacerle daño? Pero el hombre estaba pendiente de Arlette e hizo oídos sordos a lo que ocurría entre nosotras dos.

—Acabo de hacerte una pregunta —repitió Candice, escupiendo cada una de las palabras.

—Pensaba que era retórica… —me aventuré volviendo a mirarla, no me gustaba nada su tono.

Al parecer, a ella tampoco el mío, pues su respuesta surgió en forma de bofetada. Descargó contra mi mejilla toda la fuerza que su mano podía almacenar, haciéndome inclinar la cabeza hacia un lado.

Mientras me llevaba una mano a la mejilla dolorida, vi cómo Daniele se giraba al oír el ruido del golpe. Parecía sorprendido y, tras susurrar algo a su hija, se acercó a nosotras.

—Yo me encargo, Candice… —le dijo en cierto tono conciliador.

—Aún no he terminado con ella —replicó, sin apartar los ojos de mi—. Si esta mosquita muerta cree que puede arrastrarnos tras ella y ponernos en peligro simplemente porque no quiere estar sola…

—Yo no he arrastrado a nadie —me defendí—. De hecho, sí, te arrastré fuera de tu coche cuando me suplicabas ayuda porque estabas atrapada dentro. Y luego fuiste tú quien me hizo acompañarte para encontrar a tu familia. Todavía estoy esperando que me des las gracias.

—Lo hice…

—Si no recuerdo mal, se lo agradeciste a Dios, y no me pareció verle por ahí rompiendo la luna de tu coche y sacándote fuera de él.

Hybris. Los Últimos Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora