Capítulo 2, segunda parte.

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Los siguientes días no acudí a ninguna de las siguientes conferencias. Y en absoluto me interesó llenar más aún el orgullo de aquel francés seboso; cogería su dato como cierto, solo eso.

El número veintiuno; esa era la clave de todo.

Una de las consecuencias más evidentesdespués de haber estudiado en profundidad el Apocalipsisera que todo estaba en los números. La mayoría de estudiosos se había obcecado en entender las palabras. Y eso era un grave error.

Los números, ahí estaba todo.

Yo no pretendía saber más que nadie; bueno, puede que sí. Mis años de estudio me habían otorgado unos conocimientos que pocos tenían.

El Apocalipsis era como mi otra vida; me conocía al dedillo todos y cada uno de los capítulos y versículos. Tanto del derecho como casi del revés.

Además, yo no era tan egocéntrico como daba a entender. Había estudiado ensayos y conclusiones de otros expertos en la materia. Ello me había dado una forma de pensar distinta respecto a la mía y, también, un punto de partida algo más avanzado.

Tras mi pasado, y con el odio que le profesaba a la Iglesia Católica en general,  me había vuelto un creyente del mal, por definirme de algún modo. No era agnóstico; pues tenía pruebas de la existencia de algo más allá de la vida. Tampoco ateo; aunque no adoraba a Dios, sí que tenía claro que existía.

Volví a mi carpeta de apuntes.

Aunque había publicado siete libros sobre el tema, el meollo de mis investigaciones estaba ahí; una carpeta de anillas, con hojas extraíbles, con siete separadores.

El siete era una constante en mí.

A los siete años me encerraron en ese colegio de curas. A los catorce (dos sietes) conseguí escapar de allí.  A los veintiuno (tres sietes) fue el año de mi primer doctorado; el más importante. Y a los veintiocho (cuatro sietes) conseguí el dinero suficiente para vivir de mis ideas; lo recuerdo perfectamente, uno de mis mejores años. A los treinta y cinco (cinco sietes) recibí el premio Pulitzer al Periodismo de Investigación. Y ahora tenía cuarenta y dos (el sexto siete).

Y el actual año no me había ocurrido nada de extraordinario. Hasta la revelación de la posible edad del anticristo.

Tenía el corazón algo acelerado; el primer paso era consultar mis notas y después extraer conclusiones. Pero siempre he tenido una excelente memoria y, sin consultar,  emergió el pálpito de que había dado con algo grande.

Me fui hasta el apartado donde hacía un profundo análisis de la numerología apocalíptica.

El Apocalipsis está lleno de números; y todos ellos con significaciones distintas y particulares.

El uno se refiere, normalmente, a Dios.

El medio, significa algo terrenal, algo restringido; que no llega a Dios.

El tres y medio es complejo; no llega a cuatro, que es lo terrenal o lo universal. O a la mitad de siete; el número de la perfección.

El cuatro, lo dicho; terrenal o universal. También referido a la Creación.

El seis es el número de la imperfección, en algunos casos. No llega a siete.

El siete es el número de la perfección absoluta. Está presente en diversos libros de la Biblia y siempre con el mismo significado.

Hay muchos más, todos y cada uno con un significado específico. Pero nunca sale el veintiuno; o al menos,no de manera explícita. Y esa es la clave.

Hybris. Los Últimos Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora