Capítulo 4. Primera Parte.

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JEAN

 "... Son espíritus de demonios."

"... Los convocaron en el lugar llamado en hebreo Harmaguedón."

Apocalipsis, capítulo 16, versículos 14-16

Con la certeza de saber que el fin estaba cerca, tenía claro mi objetivo: encontrar a ese anticristo. Desde que tuve uso de razón, siempre fue mi referente, mi estudio, mi sino. Ahora llegaba el momento de culminar toda una vida dedicada a su estudio.

Y no lo haría por la esperanza de la salvación, ni nada de eso. En absoluto esperaba una redención para proteger mi alma tras mi muerte. O retrasar ésta en un vano intento de alargar mi agonía en este mundo. Nada de eso.

Quería conocer de primera mano al protagonista de un acontecimiento histórico como sería ése. Toda mi vida había estudiado a seres muertos, desaparecidos muchos años, siglos, incluso milenios atrás. Los documentos, las referencias, los materiales arqueológicos habían sido hasta ahora las únicas realidades palpables de todos mis estudios. Todo había sido, como se decía hoy día, virtual. Y llegaba el momento de intervenir en la Historia y formar parte directamente de ella. 

Y encontrar a ese ser era la clave de todo.

¿Hombre o mujer? ¿Blanco o negro? ¿Dónde vivía? ¿Era consciente de su destino? Esas eran las principales dudas que navegaban por mi mente. Las pistas que tenía conmigo eran escasas, incompletas e insuficientes para hallar a ese espécimen humano.

Todas las referencias eran hacia un ser masculino,  pero no por ello descartaría que fuese una mujer. Antaño, la sociedad era extremadamente machista, parecía que solo el hombre era digno de constar en las referencias históricas. También podría decirse que el hecho de que estuviese escrito en masculino podría hacer hincapié en que era un individuo, uno solo, y un ser humano. Y como, según parece, Cristo era un hombre,  pues su rival también tendría que serlo. Pero yo no descartaba en absoluto que fuera una mujer, ni mucho menos.

El aspecto racial tampoco constaba en ninguna crónica de las estudiadas. Y no es que ello tuviera excesiva importancia,  pues la sociedad actual estaba tremendamente mezclada: había negros en Europa y blancos en África. Y había asiáticos en todos los continentes. Pero saberlo me habría ayudado a dar con él; habría sido como un primer paso en su identidad.

Saber dónde vivía era la clave de todo. Ésa tendría que ser la base de mi búsqueda. Todos mis esfuerzos debían concentrarse en eso. Y debía hacerlo pronto. Tenía la impresión de que mi principal enemigo era el tiempo,  pues todo parecía que se desmoronaba.

Pero no quiero adelantar los hechos.

Tras salir de El Cairo, tenía claro cuál era mi siguiente destino. El Apocalipsis,  en el capítulo 16, versículos 14-16,  definía lo siguiente: 

“…Son espíritus de demonios, que realizan señales y van donde los reyes de todo el mundo para convocarlos a la gran batalla del Gran día del Dios Todopoderoso. (Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela y conserve sus vestidos, para no andar desnudo y que se vean sus vergüenzas). Los convocaron en el lugar llamado en hebreo Harmaguedón”.

El topónimo Harmaguedón lo había visto escrito de distintas maneras dependiendo de las fuentes; pero eso no tenía mucha importancia. Sabía cuál era ese lugar y ahí tendría que ir. 

En Israel, entre las ciudades de Jerusalén y Haifa había un lugar protegido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad por ser una “Colina” bíblica. Tenía distintos nombres; Tel el-Mutesellium, Isar-Megiddo, Tel Megiddo, Har Megiddo, Har-Megeddon o Armageddon. Añadir que el prefijo Tel y Har significan colina y montaña respectivamente. 

Hybris. Los Últimos Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora