Capítulo 16

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Ya nos encontrábamos a finales del mes de octubre, víspera del día de Todos los Santos y noche de la conocida fiesta anglosajona Halloween. Los niños estaban muy ilusionados por la fiesta de esa noche, los disfraces y los dulces que comerían al día siguiente, que previamente habrían recogido casa por casa.

 Yo estaba contenta: me esperaba un puente de cuatro días, en el que aprovecharía para descansar y salir con Mireia y Carol, para pasármelo bien y ponernos al día. Empezábamos el puente con una cena con todos los maestros del colegio.

 Durante ese mes hablé con Álvaro día sí y día no, después de todo lo ocurrido con el caso de Laura. En esos momentos todo se había solucionado: Laura y su madre se habían mudado a un pisito en el centro de la ciudad, mientras que su padre tenía la orden de alejamiento por mi parte y la de su familia. Eso hizo que me relajara y disfrutara del resto del curso, aunque la Conselleria estuviera dando por saco.

Habíamos quedado a las nueve y cuarto de la noche en la puerta del restaurante. Para esa ocasión me vestí con unos vaqueros estrechos, una camisa blanca de manga larga sueltecita y unos botines negros con un tacón bastante alto. Me dejé el pelo suelto y me maquillé levemente, ese día me tocaba disfrutar y pasármelo bien.

A las nueve menos cinco, Carol pasó a buscarme por casa. Y después pasamos a buscar a Mireia a su casa. Llegamos al restaurante y nuestros compañeros ya estaban allí, incluido Pablo. Durante ese mes nuestra relación se había estrechado, pasando de ser compañeros a buenos amigos. A pesar de conocernos de hacía poco, encontré en Pablo un apoyo muy fuerte a la hora de afrontar la ausencia de Álvaro. Le conté todo: desde el momento en que nos conocimos hasta la actualidad, en la que nuestra relación se basaba en llamadas y conversaciones vía Skype.Y él también me contaba cosas de su vida, pero no en exceso: tenía 38 años y hacía seis que estaba con su actual pareja, Cata, que tenía dos años menos que él. Vivían juntos en un piso en un barrio acomodado de Palma, y ella era una reputada abogada; pero era sabido por todos los trabajadores del colegio que Pablo y su chica no estaban pasando por uno de sus mejores momentos.

Pero dejando de lado la vida amorosa de Pablo, todos sabíamos que esa noche nos lo pasaríamos bien y haríamos piña.

Fue una cena de lo más amena y agradable. Fuimos a un restaurante de comida típica de la isla y bebimos uno de los mejores vinos del año. Aunque fuera un poco más caro de lo que acostumbraba a gastar, por un día no me moriría.

Luego, los más jóvenes, decidieron salir a tomar una copa por el paseo marítimo. Pero a mí no me hacía ganas, la verdad. Había salido con ganas de pasármelo bien, pero tenía ganas de volver a casa y meterme en la cama para dormir y levantarme tarde al día siguiente. Y así se lo hice saber a Mireia y a Carol, pero no, ellas querían salir y desmelenarse. Así que opté por coger un taxi y volver a casa.

Mientras veía como mis compañeros se dirigían hacia el pub, esperé delante del restaurante a ver si pasaba algún taxi, arropándome dentro de la chaqueta de cuero y maldiciendo haber ido con una camisa tan fina y una chaqueta que no abrigaba demasiado.

- ¿No vas a tomar nada con los demás?

Pablo se puso a mi lado, mirándome desde su altura con seriedad.

- No, tengo ganas de llegar a casa hoy – dije, sonriendo levemente.

- ¿Quieres que te acompañe?

- ¡Me harías un súper favor! – dije sonriente.

Pablo también sonrió. Su sonrisa era muy bonita, no sé por qué siempre estaba serio, si cuando sonríe está mucho más guapo y parece más joven. Nos dirigimos hacia su coche y nos montamos, arranco y fuimos camino hacia mi casa. Durante el camino apenas hablamos, él era un hombre callado y algo seco, a veces pensaba por qué se dedicaba a la docencia... Aunque con los niños era un encanto.

En esos momentos sonaba la versión acústica de Jo mai mai de Joan Dausà i els Tipus d'interès dentro del coche, era una canción que me gustaba mucho, bonita pero triste al mismo tiempo. Nunca pensé que Pablo escuchaba música en catalán, pero me alegraba que me hubiera sorprendido.

En quince minutos llegamos a mi casa, entonces fue cuando vi que había alguien en el portal de casa. Al estar oscuro no podía divisar bien quién era, pero cuando se movió supe inmediatamente de quien se trataba: era Álvaro.

Agradecí a Pablo el haberme acompañado y salí del coche corriendo, dispuesta a darle un súper abrazo al chico de mis sueños. Cuando me vio sonrió dulcemente y me lancé a sus brazos y a sus labios. El beso que nos dimos era digno de película, pero en esos momentos todo daba igual, Álvaro estaba allí, conmigo.

- No me puedo creer que estés aquí – dije, mientras dos tímidas lagrimillas recorrían mis mejillas.

- Hace dos horas que estoy esperando, pero no me arrepiento de haber pasado frío solamente por estar contigo – dijo, para después darme un profundo beso.

Entramos en casa arrasando con todo. Solamente entrar por la puerta, Álvaro me cogió en brazos con fuerza y saqueó mi boca, mientras que yo le quitaba con ganas la chaqueta vaquera que llevaba puesta.

Álvaro se dirigió directamente a mi habitación, cerrando la puerta con su pie derecho. Me dejó en el suelo y, con delicadeza y suavidad, empezó a desabrochar la camisa que llevaba puesta. Notaba las yemas de sus dedos acariciando mi canalillo y mi barriga, provocándome coquillas.

- No sabes cuánto he echado de menos tu sonrisa – susurró, mientras deslizaba la camisa ya desabrochada por mis hombros.

Volvió a besarme con dulzura, mientras que yo le quitaba la camiseta negra que llevaba, dejando al descubierto su torso. Me di cuenta que había adelgazado unos kilos, pero seguía tan guapo como siempre.

Me tumbó con cuidado en la cama y volvió a besarme, mientras que sus manos se deslizaban hasta la cinturilla de mis pantalones vaqueros y desabrochaban el botón y la cremallera con lentitud. Mis labios besaban su cuello, y su olor inundaba mis fosas nasales, dejándome totalmente atontada.

Sin apenas darnos cuenta nos encontrábamos totalmente desnudos y haciendo el amor. Sin duda fue una de las mejores noches de mi vida. Lo necesitaba, quería tenerlo conmigo, para mí sola. Y después de cuatro meses separados nos necesitábamos el uno al otro, necesitábamos besarnos, necesitábamos estar juntos y hablar, hablar de nosotros y de nuestros trabajos, de lo que pasaba a nuestro alrededor. Necesitábamos tenernos el uno al otro.

Al día siguiente me desperté al amanecer. Álvaro estaba a mi lado, dormido, boca abajo y su cara girada hacia mí. Era tan guapo... Y ahí estaba, en mi cama, a mi lado y conmigo, aunque estuviera dormido. Sonreí. Le quería mucho, y no quería que aquello se terminara.

Como todavía era pronto, y dudaba que Álvaro se despertara temprano ese día, me duché y bajé al horno de al lado de casa para comprar unas ensaimadas y cruasanes, estaba segura que Álvaro tendría ganas de desayunar aquella bollería que me volvía loca. Cuando tuve parte de nuestro desayuno, volví a casa y me dirigí a la habitación para ver si Álvaro seguía durmiendo, y así era.

Fui a la cocina y empecé a hacer el café y a calentar la leche en el microondas, mientras se hacía, fui a despertar a Álvaro, que seguía dormido.

Nos pasamos la mañana en casa, hablando y poniéndonos al día. Me dijo que había hablado con mi hermana para saber si hacía puente y así aprovechar para hacerme esa visita sorpresa que tanta ilusión me había hecho.

Después de nuestra mañana romántica, fuimos a comer juntos a un restaurante del centro. Era el día de todos los santos, así que había mucha gente por en medio, y noté que a Álvaro le gustaba esa sensación de pasear por su ciudad de nuevo después de estar cuatro meses en el tercer mundo.

Íbamos agarrados de la mano por las calles, como si fuéramos una pareja, aunque todavía no sabía si lo éramos o no. Llegamos al restaurante y comimos de lo que había de menú, me sentía tan bien con Álvaro... Quería que eso fuera de esa manera siempre: dormir juntos, salir a comer, compartir cualquier momento juntos,... Estaba segura de que me acostumbraría rápidamente a vivir con alguien, pero quizás sería ir demasiado rápido.

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora