Capítulo 3

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Me desperté en aquella magnífica cama digna de una princesa Disney. Eran las diez y media de la mañana, y ya era hora de desayunar.

Entré en el baño de la habitación y me miré en el espejo ¡tenía una cara espantosa! La noche anterior ni me había desmaquillado del cansancio y del sueño que tenía, y en esos momentos era peor que un oso Panda.

Del neceser saqué el desmaquillante y un disco de algodón, y con paciencia me quité los restos de maquillaje, empezaba a tener una mejor cara.

Me recogí el pelo en una coleta alta, y me vestí con una mini falda tejana de un color claro y una camiseta de tirantes blanca con flores bordadas y algo ancha. Después de calzarme las sandalias planas, bajé al comedor, dónde supuse que estarían los demás. Pero estuve equivocada… Todo el mundo ya estaba manos a la obra con la decoración de la carpa, mientras yo seguía durmiendo como una marmota. ¡Pero si nos habíamos acostado súper tarde!

Con rapidez, me senté en la mesa del comedor preparándome rápidamente una taza de café con leche y unas magdalenas.

Después de desayunar, y con las magdalenas todavía en la garganta, corrí hacia la carpa por el camino de grava. Hacía mucho calor y cuando llegara al sitio de reunión parecería una fuente con todo el sudor empapándome la cara.

Y allí estaba tooodo el mundo. Quedaban cinco días para la boda, pero era hora de prepararlo todo.

Por suerte hacía poco que estaban allí, y eso hizo que no me sintiera tan culpable.

Me fijé en que Aitana estaba gesticulando exageradamente, seguramente le decía a Marco que las flores se tenían que poner allí o allá, o que no quería que el ambiente estuviera demasiado cargado.

- Buenos días, cariño.

Mamá se me acercó por detrás, dándome un abrazo. Esa mañana estaba muy guapa. Sus ojos oscuros resplandecían con ilusión, esa ilusión que siente una madre al ultimar los preparativos de la boda ideal de una de sus queridas hijas.

- Buenos días mamá – dije, dándole un dulce beso en la mejilla.

- ¿Qué tal has dormido?

- Bien… Pero me podríais haber despertado – dije, mirando como todos estaban ultimando algunos detalles.

Me sonrió dulcemente, y volvió con Claudia, la madre de mi cuñado. Mientras que yo miré a mi alrededor para ver en qué podía ayudar.

Después de estar unos cinco minutos parada sin saber qué hacer, vi que las amigas de mi hermana se dedicaban a atar las flores con lazos de color crema. Así que opté para ayudarlas.

- ¡Buenos días dormilona! – exclamó Valeria.

Sonreí ante su comentario. Las chicas me explicaron que se acostaron muy tarde, ya que la fiesta con los amigos de Marco duró buena parte de la noche.

- Todos están muy buenos, pero faltaba el testigo de Marco… ¿Cómo se llama? ¡Álvaro! – intervino Paloma -. Es que miradlo, ¡está como un tren!

Miré hacia la dirección que sus ojos señalaban y vi el objeto de deseo de todas las allí presentes. Tragué saliva al ver que Álvaro cargaba solito una enorme caja que parecía muy pesada. No pude evitar suspirar al ver que todos los músculos de su esculpida espalda se tensaban bajo la camiseta blanca que llevaba, ¡qué calor me estaba entrando de golpe! Entonces me miró y saludó con la mano y una sonrisa, ¡y qué sonrisa!

Después de una dura mañana de preparación, una suculenta comida italiana nos esperaba encima de la mesa. Ya eran las tres de la tarde, y la verdad es que tenía el café con leche y las magdalenas en la punta de los dedos de los pies. Comí hasta estar a punto de reventar, ¡qué comida tan rica!

Volveré, te lo prometo #NikéAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora