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—¿Viste que nuestra jefa es la ex que dejó a Gabi por otro? –pregunta una de ellas y levanto las cejas.

—Sí, una put4 –comenta una voz desconocida.

—Chicas... no deberíamos hablar de esto aquí –comenta otra voz ajena.

—Es la verdad... —comenta, hace una pausa, se escucha que esta masticando un chicle y sigue hablando: —Es una zorra.

Mis ojos se llenan de lagrimas, salgo despacio del baño. Queda un aroma peculiar, un conjunto de perfumes de las mujeres. Hago una mueca al mirarme al espejo, no debo llorar. Nadie sabe lo que tuve que pasar, casi muero culpa de Gabriel.

Al llegar al pasillo, emito un gemido lastimero. Avanzo hasta la planta baja y me subo al vehículo.

—¿Todo bien señorita? –pregunta el chofer y yo asiento.

Pronto llegamos, subo con prisa hasta mi habitación designada. La casa se siente a oscuras, no hay nadie en ella. Agradezco la tranquilidad; quiero descansar. Despues de tantas horas frente a papeles, me agoté. Suspiro, recordando las palabras de esas mujeres.

—Ninguna sabe... —susurro, y me quedo dormida.

A la mañana siguiente, llego a la cocina. Sirvo una taza de café. Cuando estoy a punto de sentarme, me sobresalto.

—Buen día –murmura la voz ronca de Gabriel, tiene ojeras.

—Buen día –murmuro con dificultad, su presencia me inquieta, prefiero evadirla.

Tiene un fresco aroma varonil, llega a mis fosas nasales. Lleva puesta una musculosa blanca, un jogging azul, zapatillas negras. Quizás hará ejercicio, no lo sé.

—¿Terminaste de verme? –pregunta y me sobresalto, sin querer me quedé viéndolo.

—No... no sé de qué hablas—siseo avergonzada, mis mejillas se sienten calientes.

Su sonrisa llega a mis oídos, en un tareareo reconfortante. Sin embargo, no quiero dejarme engatusar por su sonrisa. Maldito sea. Frunzo las cejas, él me observa en silencio inquietante. Se acerca a mí, sus pasos son tranquilos, mientras que los latidos de mí corazón todo lo contrario.

—¿Por qué te acercas? –pregunto tartamudeante, pero simplemente se para en frente. Su respiración se mezcla con la mía, la suya es fresca como primavera; la mía, parece azufre.

Pero, no pestañea ante mi cercanía. Sus ojos negros penetran mi alma, sus manos, quedan apoyadas en la barra negra. Trago saliva en seco, muerdo mi labio inferior y sin dudarlo, mis ojos se clavan en sus labios. Pero enseguida en un segundo, se separa, toma distancia.

—¿Qué...? –pregunto sin entender y dice:

—Estas loca por mí, lo sabía –comenta burlon mientras sale de la casa, quedo mas confundida que antes, no sé que acaba de pasar.

¿Me está jodiendo?

Enojada avanzo hasta alcanzarle, lo tomo del brazo y lo empujo.

—¡No vuelvas a acercarte a mí! –reclamo eufórica, mi pecho sube y baja. Para mí sorpresa, acerca su rostro al mío. Siento sus labios, hace dos años aún su huella seguía imborrable. Se separa, sin mediar palabra. Abro, cierro la boca; no encuentro las palabras adecuadas. Él se marcha.

Suspiro, no me sentí que estaba conteniendo el aire en mis pulmones. Cuando su auto se aleja, siento las mejillas sonrojadas. No comprendo nada, tampoco quiero pensar en esto. Tomo el teléfono y llamo a Esteban, me arrepiento; no creo que sea necesario avisarle esto.

Me dijo que cualquier cosa, regrese. Pero no quiero dejarle la empresa. No voy a hacer eso, lucharé por lo que me corresponde.

Ahora soy la difunta esposa del millonario. Aunque no quiero tomar ese titulo para mí vida, suspiro con lagrimas en los ojos. Las flores a mí alrededor me calman, los colores amarillos y rojos se mezclan. Subo al auto, esta en unos metros de distancia.

Contrato con mi ex esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora