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Escucho un sonido, abro los ojos sorprendida. Tomo mí vientre con susto, no comprendo. Salgo de la cama, camino en puntillas de pie. En cuanto abro la puerta, un sujeto en el suelo me asusta. Cubro mi rostro y mis ojos están llenos de lágrimas. No entiendo que ocurre, pero cuando un disparo suena por todo el salón, sé que es algo muy malo.

Estoy temblorosa, dando pasos confusos. Bajo las escaleras, veo cuerpos girando, golpes, puños. Hay una gran pelea en la mansión, no sé a dónde voy pero... quiero encontrar a mí esposo.

—¿Gabi? –comento con dificultad, lo busco con la mirada, no lo encuentro.

Vuelvo a repetir su nombre, lo hago con más ansias, con la certeza de no encontrarlo. Tengo miedo, veo todo borroso por el agua en mi iris. Avanzo, lo hago a pesar de ver a dos hombres disparando. Ahogo un grito, me cubro el rostro y sigo avanzando. A unos metros puedo ver a Gabriel, está dando indicaciones y tiene un arma.

Nunca vi a Gabriel así, ni siquiera lo imaginé alguna vez. Su sonrisa se mezcla en mí rostro confuso, se acerca corriendo y me observa. Sus ojos están entrecerrados, me toma de la barbilla, la levanta y sonríe.

—Isabella –murmura y asiento, confusa ¿por qué pregunta mí nombre?

—Amor ¿qué ocurre? –quiero saber asustada, me toma de la mano. Esquivamos cuerpos luchando, y otros sin tanta suerte.

Entramos a una habitación, toco mí vientre el cual aún no se nota, no sobresale, pero ambos sabemos que está ahí.

—¿Amor...? –pregunto con dificultad, Gabriel mira a través de la ventana, en cuanto me ve, siento alivio. Se coloca de cuclillas a mí lado, levanta mí barbilla y gira mi rostro.

—Amor –comenta con una sonrisa, pero cuando estiro los brazos para sostenerme, se quita.

Está de pie, mirándome desde arriba, con el semblante serio. Desenfunda el arma, me quedo perpleja.

—¿Qué haces...? –pregunto temblorosa, arrastro mis pies hacia atrás. Sostengo a mí bebé y quiero gritar.

—Me estorbas y... te asesinaré –dice de forma sencilla, las palabras no le tiemblan y menos la mano, cuando levanta el arma en mí dirección.

—¿Qué haces? ¡Estoy embarazada! –exclamo, intentando hacerlo entrar en razón. Veo un poco de duda en su cuerpo, baja el arma pero nuevamente me apunta.

Con Gabriel, nos conocemos hace diez años, desde que ambos teníamos quince años. Nos amábamos, al menos yo sí a él. No entiendo porque sus ojos brillan de esa manera, porque hay una sonrisa mientras me apunta con el arma.

Pero sin dudarlo, dispara.

Dos años después.

Isabella.

—Isa ¡Ya trajimos zanahoria! –comenta Lidia, una amable verdulera de mi barrio. Me acerco con una sonrisa, tomo la verdura y asiento. Las guardo en mi bolsa, comienzo a tararear una canción mientras camino.

Atravieso las calles del barrio, sigo viva gracias a Esteban, un muchacho amable que me ayudó. Sin el, yo no seguiría viva.

Abro la puerta y digo:

—¡Esteban llegué! –hablo fuerte y el me sonríe, tiene una gran cicatriz en el rostro. La obtuvo por defenderme, esta era la casa de su madre, nos trajo aquí. Es doctor, sin embargo trabajaba como la seguridad de mí esposo. Decidí quedarme con él, aunque siempre quería volver pero... me quedé.

—¿Trajiste las zanahorias? –pregunta curioso, mientras toma la bolsa, me río y asiento. Le doy un beso en la mejilla y camino a la cocina.

—Tengo una urgencia ¿estarás bien sola? –su pregunta llega a mis oídos, yo asiento.

Contrato con mi ex esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora