Parte 7

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Catrina supo que Miranda estaba en su puerta un segundo antes de escuchar el primer timbrazo, y también supo la razón de su visita.

“No de nuevo”, pensó. “Por favor, vete. Deja las cosas como están.”

Sin embargo, la joven siguió tocando el timbre, y luego golpeó la puerta con el puño.

—¡Sé que estás ahí, ábreme!

Catrina cerró los ojos. Por un momento imaginó que estaba muerta, tendida en el frío suelo de la cocina, tal vez con una o dos moscas revoloteando sobre ella; así ya no tendría que abrir la puerta y cumplir las exigencias de Miranda. Pero no había escapatoria. La joven no se rendiría, y Catrina no tenía la fuerza suficiente para ahuyentarla.

—¡Ábreme ya o romperé una ventana! —gritó Miranda.

—Ya voy, ya voy. Por Dios, niña, ¿no ves que soy una anciana?

Catrina dejó pasar a su sobrina-nieta, quien invadió la sala como un huracán.

—Necesito un segundo hechizo —dijo Miranda, y la anciana sintió que el corazón se le encogía en el pecho.

—Muchacha, ¿no has causado ya bastante daño? ¿Piensas que lo que me obligaste a hacer no tendrá consecuencias?

—No sé de qué hablas, y la verdad es que tampoco me interesa. Gonzalo no quiere volver conmigo. Tienes que hacer que me ame como antes.

—¿Aún no lo has entendido? Él no te amaba en primer lugar.

Miranda se puso roja y agarró a Catrina por el cuello de su blusa.

—Si vuelves a decir eso te arrancaré el pelo.

—Está bien —balbuceó la anciana—. Está bien, pero suéltame. Por favor.

Miranda la soltó. Catrina se tambaleó un poco antes de recuperar el equilibrio, pero igual hizo un último intento por convencer a la joven.

—Escucha: ya separaste a dos personas que se amaban. Actuar en contra del amor es... es como pelear con la marea. Podrás avanzar un poco, pero luego las olas se levantarán frente a ti para empujarte contra las rocas. ¿Por qué crees que no uso mi magia? Te lo he dicho mil veces: es algo prohibido, salvo para cosas muy pequeñas. ¿Y ahora quieres obligar a alguien a estar contigo en contra de su voluntad? Sólo lo empeorarás. No terminará bien, te lo aseguro.

—Que termine como tenga que terminar, entonces —dijo Miranda, ajena ya a cualquier tipo de lógica o consideración moral—. Gonzalo es mío, y siempre será mío.

—De acuerdo. Como quieras. Pero yo me lavo las manos. Te prestaré mi poder, pero harás el hechizo. No me libraré del castigo por el primero, pero al menos escaparé del segundo.

—¿Eso no cambiará el resultado?

—No. ¿Quieres que Gonzalo vuelva contigo? Él volverá contigo. No cambiarás lo que hay en su corazón, pero podrás tenerlo a tu lado.

—No necesito más que eso. ¿Qué es lo que tengo que hacer?

Catrina se lo dijo y Miranda llevó a cabo el hechizo sin ningún problema.

Un mes más tarde, ella y Gonzalo se casaron.

(Continuará...)

Gissel Escudero

http://elmundodegissel.blogspot.com/ (blog humorístico)

http://la-narradora.blogspot.com/ (blog literario)

Hechizo de odio, hechizo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora