4. Esa mirada es la mía.

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Evan. 

Quiero a mi mejor amigo de vuelta, ¿es tan difícil conseguir eso?

Las palabras no dejan de repetirse una y otra vez en mi cabeza mientras voy en busca de Matt.

Probablemente Violet ni siquiera sabe que las dijo en voz alta, pero las dijo. Maldición, las dijo. Y no paran de atormentarme.

Paso una mano por mi cabello antes de volverla a llevar al volante, sujetándolo con fuerza para aferrarme a algo.

Hacía mucho tiempo un par de palabras no me golpeaban tan fuerte, con el poder de hacer de mi vida un caos.

¿Me quiere de vuelta? ¿De verdad me quiere de vuelta? ¿Cómo demonios es eso posible?

No sé qué me afecta más, el hecho de que ella aún me quiera de vuelta o el poder con el que un par de palabras suyas logran descomponerme.

Conozco a mi Peach lo suficiente para saber que con ella sólo tienes una oportunidad. Una sola. La cagas, te vas. Ella no te aceptará de vuelta. ¿Cómo rayos está haciendo una excepción conmigo? De todas las jodidas personas, me escogió a mí. A mí, maldición.

No sé si sentirme afortunado o asustado. Tal vez me siento de las dos formas, pero creo que el miedo lleva la delantera. No recuerdo cómo es ser su mejor amigo, no hice un buen trabajo la primera vez, ¿quién me asegura que esta vez no lo estropearé de nuevo?

No sé cómo traer a ese Evan de vuelta, ni siquiera creo que esté en mi derecho de traerlo de vuelta, y temo que ella se lleve una decepción cuando lo descubra.

En momento como estos, me gustaría tener a David conmigo. Él siempre sabía cuál era la decisión correcta. Él podía decirte con los ojos cerrados cuál era el mejor camino para ti y, maldición, ese sería tu mejor camino. Pero entonces recuerdo que es de su mujer de la que estaríamos hablando y mi pecho se desinfla con desilusión, porque sé que nunca me atrevería a poner a Violet en medio de los dos, ni siquiera en una simple conversación.

Estaciono frente a la escuela del mocoso, descubriendo que llegué temprano, lo que me da más tiempo para pensar. ¡No me gusta pensar! He aquí la razón, termino convirtiéndome en un manojo de nervios que no sabe qué hacer.

Pienso en pedirle un consejo a Aaron, pero sé que él me diría que haga lo que es correcto. Maldito señor correcto, sigo preguntándome cómo diablos la niña terminó con alguien tan rígido como él. ¡Eso es! ¡La niña! Puedo llamar a Bess, ella podrá decirme qué hacer.

— Genial, un hombre de veintinueve años pidiéndole consejo a una chiquilla de dieciocho — murmuro mientras busco su contacto en mi teléfono —. ¿Qué vendrá más tarde? ¿Seguir los consejos de Matt?

Llamo diecisiete veces y es hasta la llamada número dieciocho que ella se digna a contestarme.

— ¡Vaya! Hasta que por fin te dignas a contestarme.

— Vaya, deberías hacer un curso en donde te enseñen que, si después de la tercera llamada alguien no te contesta, ¡es porque no puede hacerlo!

Resoplo.

— ¿Qué puede ser más importante que yo?

— ¡Estaba en mi última clase, Evan! ¡Para contestarte tuve que mentir, diciendo que iba para el baño! ¡Y sabes que odio decir mentiras!

— A veces me pregunto si tú eres sacada de una película de Disney — hago una mueca de asco —. Y odio esas películas.

— ¿Estás diciendo que me odias?

Legalmente Mía |Disponible en Dreame|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora