Capítulo 12. Operación Diadema Parte I

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Malibú, Estados Unidos. Abril.

La primera parte del plan consistía en cuatro etapas: planificación, reconocimiento, infiltración y acción. Y para lograr el éxito, estábamos comportándonos como un gran equipo donde cada uno daba lo mejor de sí.

― Tengo hambre ―se quejó Tiziano. Bueno, en verdad, algunos parecían no estar dando completamente todo de sí, o bien, le gusta hacerme molestar.

Le di una mirada de advertencia, y él me miró como un nene enojado, haciendo puchero. Puse los ojos en blanco y le cedí mi plato, y él, encantado, siguió comiendo. Después de todo, estar planeando cosas simplemente me saca el hambre. Suspiré, y me acomodé en el sillón.

Estábamos reunidos en la sala de la casa en Malibú; habíamos logrado conseguirla gracias a los contactos de Jesse, y estábamos agradecidos por eso. Además de estar estratégicamente bien ubicada, era hermosa, espaciosa y llena de luz, con una vista perfecta al mar.

Habíamos estado reunidos en ese lugar de una forma maratónica, los tres sentados alrededor de Aimée, quien hacia su trabajo en la computadora.

El primer paso, la planificación, era la parte más aburrida pero también la más importante. Aunque teníamos apuro, queríamos hacer las cosas bien, porque ya saben, todo aquello que se haga estando apurados, nunca sale bien. En esta etapa cada uno aporta ideas, hay debates y todo ese tipo de cosas, y es la etapa en la que me siento más inútil ¿Por qué? Fácil, prefiero la acción. Así que, quienes estaban más sumergidos en esto eran Aimée y Tiziano, quien se encargaba de preparar nuestras identificaciones y todo lo demás.

― Tiziano, ¿cómo vas con lo tuyo? ―preguntó Aimée sacando los ojos de su computadora y mirándolo fijamente. Su actitud era firme y desafiante, estaba en su mejor papel de líder en esto de la planificación. Y lo mejor para poder seguir con vida, es hacer todo lo que ella diga.

― Todo bien jefa, me pasé toda noche trabajando ―comentó metiéndose un poco de pasta con salsa a la boca. Yo lo vi casi ahogarse con la comida y tuve que retener el impulso de pasar una servilleta por las comisuras de sus labios, como en los viejos tiempos.

Aimée asintió y miró a Jesse, quien estaba estirado sobre su silla, con los pies sobre el escritorio y su concentración en la computadora.

― ¿Alguna novedad? ―le preguntó a él.

Y con esta pregunta recuerdo contarles sobre la parte dos: el reconocimiento. Es esta etapa se debe buscar información y se debe proceder a inspeccionar el área de trabajo. Es una de mis partes favoritas, pero dada mi importancia en el plan no puedo ser quien este en el reconocimiento, es por eso que decidimos recurrir a otros recursos.

― Alex me acaba de decir que todo va bien, en cuanto termine viene para acá ―respondió.

Y la respuesta es sí. Ese Alex, es el Alex que todos conocemos. ¿Qué quieren que les diga? No tuve mucha opción al respecto. Puse los ojos en blanco y me acurruque contra el sillón, cerrando los ojos por una milésima de segundos.

― ¿Qué fue eso? ―preguntó Tiziano, y abrí mis ojos para encontrarme con una mirada llena de reproche.

― ¿Qué de qué? ―pregunté, y él me señaló con el tenedor. Totalmente desorientada al respecto miré a Jesse y Aimée; ambos sonreían de manera cómplice.

― A ella solo parece no gustarle del todo él ―comentó Jesse.

― Discúlpame por ser precavida en mi relación con otros estafadores ―suspiré indignada―. Ya está todo aclarado con él. No me simpatizaba que fuera tan egocéntrica y narcisista ― expliqué y apunté a Tiziano con mi dedo―, me recordaba a ti ―me quejé.

Crónicas de una estafadora [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora