Capítulo 8. Señor y Señora Materazzi

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Mi vida se estaba convirtiendo en una mezcla extraña entre surrealismo y una maquiavélica broma del universo, Dios y lo que sea que fuese que hubiese ayudado a que esto ocurriera.

No estoy segura de muchas cosas en la vida, para tu sorpresa, pero si estoy segura de algo... había tenido razón cuando dije que mi día no podía mejorar, porque lo que hizo fue enterrarme viva en mi pasado y abandonarme ahí, como la más vil de las criaturas que existe en el maldito mundo. Destino, karma o lo que sea... te odio, sábelo.

Y ahora la situación era la siguiente. Nos encontrábamos en nuestra suite. Jesse estaba de pie y apoyado contra la pared, queriendo simular una actitud oscura y peligrosa, lo que me resultaba gracioso. A unos pasos de él, en el sillón, Aimée se veía completamente desorientada y exaltada. Ambos, tenían sus ojos puestos en el hombre a mi lado, Tiziano y quien resulta ser mi esposo. Whoa... hacia tanto tiempo que no lo llamaba así que me suena extraño.

Me sentía fuera de mi misma, sin saber cómo sentirme ante todo eso. Y veía a Tiziano, de nuevo junto a mi después de tanto, tan tranquilo y desenvuelto que me confundía aún más. ¡Por Dios! Me dan ganas de golpearme a mí misma.

― Pero, ¿Cómo fue que se conocieron? ―preguntó Aimée.

Yo bufé, mi paciencia estaba en banca rota, y miré a Tiziano en busca de ayuda. Él esbozó una media sonrisa, llena de presumida confianza que hizo que mi cuerpo sintiera cosas que no quería sentir, y comenzó a relatar, en resumidas cuentas, la historia que le contábamos a todo el mundo. Él y yo conociéndonos en Roma, a orillas de la Fontana Di Trevi. Ambos admirando su arte, su belleza y la compañía de extraños. Le relataba con su voz grave y aquel acento hipnótico, como todos los días nos encontramos en aquella fuente por casi una semana, para que el último día de su estadía en aquella ciudad él me invitara a salir. Todo era tan romántico, tan perfecto, e irreal, que todos suspiraban sumidos en sus pensamientos.

― Desde el primer día que posé mis ojos en ella, supe que no sería una extraña, porque la quería en mi vida ―terminó Tiziano con el relato. Su voz era música para mis oídos; tan hermoso, tan embriagadora y vicioso.

Pero al final, puse los ojos en blanco ante aquellas últimas palabras. A él le gusta tanto dramatizar las cosas como a mí, tengo que admitirlo. Por su parte, Jesse seguía con la mirada clavada en Tiziano, analizándolo como un perro guardián y desconfiado; así era él. Además, probablemente estuviese un poco celoso y enojado por ocultarle todo esto. Y Aimée, ella estaba encantada con todo esto. Tanto... que asustaba.

― ¡Qué romántico! ―exclamó ella entre suspiros. Tiziano y yo nos miramos de reojo, era patético como todos querían la perfección de las cosas.

― Pero, por favor, es claro que están mintiendo ―dijo Jesse hablando por primera vez. Los tres lo miramos, pero la única persona que se ofendió fue Aimée.

― ¿Por qué no te callas? ―le dijo ella, sonando como un gruñido.

Sonreí para mis adentros, bajando la vista hacia el suelo, intentando mantenerme seria ante aquella situación que lo ameritaba.

― Jesse tiene razón, es todo mentira ―murmuré. Oí la risa victoriosa de Jesse, y sentí las miradas envenenadas de Aimée y Tiziano―. ¿Qué? Es hora que empecemos a decir la verdad ―dije a la defensiva, mirándolos a ambos.

¿En verdad fui yo, la reina de las mentiras, la que dijo eso? Creo que no fui la única que pensó eso. Inmediatamente, noté las cejas elevadas de Tiziano, y aquella mirada llena de reproche y burla.

― Por algo se empieza ―me encogí de hombros. Ambos nos quedamos con las miradas fijas puestas en el otro, como si hubiese algo más tras aquellas cuatro palabras. Tiziano abrió la boca para decir algún comentario, pero las palabras nunca salieron.

Crónicas de una estafadora [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora