044 | Lío

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KANSAS

—Detente.

Y no, yo no soy la persona que acaba de decir eso.

Beasley da un paso atrás y entierra las manos en su cabello. A continuación, sus ojos se cierran fuertemente como si se estuviera lamentando por lo que acaba de suceder. Siento que mi corazón se convierte en plomo, y de pronto es tan pesado que está a punto de colapsar contra el piso y arrastrarme junto a él.

Malcom se da la vuelta y observo la forma en la que los músculos desnudos de su espalda se tensan mientras camina hasta el armario. Lo abre y toma la primera camiseta que encuentra, se la pone en silencio mientras yo aún permanezco inmóvil junto a la cama.

—Yo no... —comienzo, todavía algo aturdida por la brusca forma en la que se alejó.

—No lo malinterpretes, Kansas —se apresura a decir volviéndose para mirarme—. Si pudiera seguir besándote lo haría, y si tuviera la oportunidad de ir más lejos, solo si me lo permitieses, tampoco dudaría —confiesa con su brutal sinceridad.

—Lo entiendo —me precipito a decir sentándome en el borde de la cama—. Necesitas escuchar lo que tengo para decir —asumo.

—En realidad —reflexiona cruzando los brazos sobre su pecho—. Tú eres la que necesita escucharme.

Estoy lista para abrir la boca y replicar, lista para decirle que lo que necesito confesarle y mostrar es más importante que cualquier otra cosa. Sin embargo, el sonido de la puerta principal abriéndose de golpe interrumpe cualquier palabra que esté dispuesta a salir de mis labios.

—¡Beasley, trae tu trasero aquí y comienza a cortar las cebollas! —La demandante voz de mi padre se oye desde el piso de abajo—. ¡Haremos salsa!

Eso no es ninguna novedad. La verdadera novedad en todo esto es que Bill ha regresado. Observo a Malcom mientras proceso la noticia, intentando comprender cómo diablos le diré lo de Gideon con mi padre dándole órdenes a su nuevo ayudante de cocina.

—Volvió ayer —explica Beasley mirándome con una mezcla de decepción y exasperación en sus ojos—. Lo hubieras sabido de haber regresado anoche. —No sé si tiene la intención de reprocharme, pero suena como si lo hiciera.

—Y de eso quiero hablarte —insisto—. Anoche me fui porque... —me interrumpe.

—No hace falta que te expliques, entiendo que los sentimientos de una chica pueden ser bastante contradictorios —asume—, pero no debes disculparte, tu ausencia me dio tiempo para pensar en esto —añade haciendo un ademán a algo entre nosotros, como si hubiera una especie de línea imaginaria que nos conectara—. Y llegué a la conclusión de que debemos decirle a Bill.

Me pongo de pie, perpleja, incapaz de creer lo que acaba de entrar por mis oídos.

Puede que Malcom haya acertado en el hecho de que me sentía confundida, pero claramente no sabe que mi ausencia se debió en su mayoría al hecho de la aparición del misterioso paquete que cargo en mi morral justo ahora.

—¿Decirle qué? —inquiero para estar segura.

—Lo que sea que hay entre nosotros, Kansas.

Me toma dos segundos atravesar la habitación y cerrar la puerta. Mientras mi padre tararea el himno de Estados Unidos y pone una repetición de algún partido de los Chiefs, yo me encuentro a punto de recitar una cadena de palabrotas y golpear a Malcom para que reaccione.

—¿Qué acabas de decir, Beasley? —interrogo incrédula.

—Que debemos, mejor dicho debo, contarle acerca de...

TouchdownWhere stories live. Discover now