029 | Inefable

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KANSAS

Malcom tira de mi cuerpo hacia el suyo. Siento que sus fuertes brazos se envuelven a mi alrededor. Su cuerpo es cálido y seguro, un lugar donde ni el propio frío ni la soledad pueden alcanzarme por completo.

Cada uno de mis músculos se tensa ante su proximidad, pero antes de que pueda alejarme él se aferra a mí con más fuerza. Se niega a que escape, a que me distancie.

—Está bien —susurra contra mi oído, su aliento me provoca un escalofrío.

Esas dos palabras son todo lo que necesito para volver a quebrarme, y en cuanto mis hombros comienzan a sacudirse ante el silencioso llanto, siento que una de sus manos acaricia mi cabello de forma suave y lenta, con consuelo y calma.

Él me deja hundir la cabeza en su pecho y mis dedos se adueñan de su camiseta, retorciéndola una y otra vez en el arrebato de emociones. Mi mano es un puño que se cierne sobre la prenda, que tira, afloja y vuelve a tirar una vez más. Su agarre es tan firme como suave y logra mantenerme entre sus brazos a pesar de que estoy temblando en mi éxtasis de ira e impotencia. Porque eso es lo que siento: furia en su más puro estado.

Estoy enojada porque mi padre me ocultó su noviazgo por tanto tiempo, y ni hablar del hecho de que se vaya a casar. Si tan solo me hubiera dicho en septiembre del año pasado que se estaba viendo con una mujer, estoy segura de que lo hubiera tomado mucho mejor. No hace falta decir que, de todos modos, me hubiese dolido, porque en cierta parte aún conservo la minúscula pizca de esperanza de que mi madre se recuperará y volverá. El casamiento es algo totalmente diferente, pero claro está que si hubiera sido consciente de que estaba saliendo con Anneley hace más de doce meses, no hubiera explotado como una granada.

—Te ves linda cuando te deshidratas.

Mi llanto es interrumpido por la risa que trepa por las paredes de mi garganta involuntariamente. Beasley es definitivamente la única persona que puede tornar las cosas de lo más agridulces.

—Cierra la boca —le espeto. Respiro lento y pausado mientras absorbo la mezcla de colonia y jabón que se adhiere a la piel de su cuello.

—¿Quieres hablar de lo que acaba de pasar? —pregunta sin dejar de acariciar el desorden que es mi cabello. Su pecho se infla y se desinfla con lentitud y su corazón golpea bajo mi palma.

—No, no quiero hablar —replico. Cierro los ojos y me concentro en aspirar su fragancia que está muy cerca de ser una droga para mí—. Y agradecería que cerrarás la boca. —Rio.

Siento que una de sus manos baja hasta mi espalda y otra se desliza hasta mi mejilla. Me obliga a mirarlo, pero yo aún mantengo mis párpados cerrados mientras su pulgar se desliza en un vaivén sobre la piel de mi rostro.

—Kansas... —llama.

Abro los ojos para observar su mirada azulada, la que en cierta forma me recuerda al océano, con su capacidad de ser tan serena como turbulenta. Un lugar donde a veces el sol baña las aguas y las olas acarician la arena, un lugar donde también se puede desatar la más caótica tempestad.

—Tengo un sistema auditivo bastante eficaz —insiste—. Y si quieres hablar conmigo, puedes hacer...

—No me importa tu sistema auditivo, sin ofender —confieso cuando lo interrumpo—. Solamente quiero que me abraces, ¿puedes hacer eso, Beasley? —inquiero al borde de la exasperación—. Y por favor, deja de hablar.

Él me observa en silencio por unos breves segundos antes de que las comisuras de sus labios se curven en dirección al cielo con cierta diversión.

—Creo que puedo hacerlo.

Está a punto de volver a estrecharme entre sus brazos en cuanto se oyen pasos subiendo la escalera.

TouchdownWhere stories live. Discover now