Calf

150 8 9
                                    


Camino por el pasillo del comedor, dejo a Isa sentada en la mesa donde estuvimos desayunando. No pretendo herirla, solo quiero alejarme de ella para no cambiar mi decisión; además le estoy dando algo de tiempo para que pueda procesar mis palabras.

Le sonrío a los comensales que están tomando el desayuno, siento los músculos de mi rostro tensarse por el esfuerzo para fingir.

Cierro las manos con fuerza, para no darme la vuelta y volver con ella; no me gusta verla sufrir.

Me esfuerzo, camino con rapidez por el pasillo hasta llegar a la puerta que da al exterior que conecta con el vagón siguiente.

Me quedo ahí, mientras el tren se sacude despacio, entrando por la ciudad. Suelto el aire que he acumulado en mis pulmones, noto como se vuelve una nube espesa por el aire gélido del exterior. Cualquier persona se abrazaría, pero yo me siento en casa con el frío.

Respiro profundo, intentando entrar en calma.

Una y otra vez, el aire entra a mis pulmones; pero no ayuda. Porque suelto un grito rabioso mientras abro mis manos y cierro los ojos.

—¡Maldición! —exclamo furioso.

No puedo manejar mis emociones, estoy entre la fina línea de lo que quiero y lo que debería; asustado por herir a quienes amo.

Mi cuerpo entero convulsiona, tiemblo de rabia intentando calmarme.

Abro los ojos, no me sorprende encontrarme rodeado de escarcha. Parpadeo, para alejar la rabia y el enojo, mientras apoyo mi mano sobre la fina capa de hielo y lo obligo a volver a mi interior.

Me siento en el suelo, viendo como la vida se escurre entre mis dedos, mientras los minutos avanzan y mi cabeza sigue procesando la idea de irme.

Ya se lo dije a Isa, era la persona que merecía saberlo... y en cierta forma, la que tiene el poder de hacerme cambiar de parecer. Pero estoy decidido, no quiero esta vida; quiero ser libre de la magia, vivir en una casa mientras me junto con los vecinos a celebrar un cumpleaños o salir a pasear al perro.

El tren se detiene y avanza, así varias veces mientras se acomoda en las entrañas de la ciudad, buscando salir del otro lado, para armar el campamento en las afueras, cerca de los límites

Me pongo de pie, dispuesto a alejarme de las personas que están a punto de salir del vagón comedor; ya es hora de acomodar todo y no quiero que nadie me encuentre en este estado y comience a preguntar.

Abro la puerta del siguiente, camino por el pasillo silencioso mientras mis pensamientos se revuelven en mi interior.

Por las ventanas veo colarse la luz del sol, y por instante, en mi interior se agita un recuerdo; pero no logro alcanzarlo.

Clavo la vista en el piso, disminuyo el paso y rogándole al universo que los pensamientos dejen de inquietarme. Estoy demasiado distraído, pensando en lo que haré de ahora en adelante que mi entorno se ha perdido por completo.

Unos pies femeninos aparecen en mi campo de visión. Esos zapatos de colores, elegantes, pueden ser de una sola persona. Me detengo por completo, mientras el corazón comienza a golpear mi pecho con fuerza, la respiración se me atora en la garganta.

Trago la bola que se ha formado en mi boca, cuesta que baje, pero me animo internamente a aparentar.

Pongo en mi rostro esa máscara arrogante, levanto la mirada mientras tuerzo el labio, en un gesto que sé que la distrae.

Mis ojos recorren con labia su vestido azul, ese que le regalé hace un tiempo. Muestra un poco sus muslos y eso me vuelve loco. Al llegar a su pecho comienzo a ver su cabello rubio que le cae en ondas, y cuando me animo, me encuentro con su dulce rostro.

Equilibrio: Inseguridades #3.5Where stories live. Discover now