De lo Inerte Nace la Vida Parte3

58 2 0
                                    

Había olvidado por completo cual había sido el motivo de su presencia. Me levanté con ímpetu y corrí hacia el interior de la casa, soñando que mi amada me andaba buscando. Empeñé todas mis ilusiones en esa intrépida carrera pues temí que hubiese colgado tras tanta espera. Me dejé caer en el sillón, cogí el teléfono con cierto brío y cerré los ojos mientras recuperaba el aliento.

- ¿Si?-susurré casi sin voz. 

-Hola, reina de los Tequini...-comentaba alegre y coqueta. 

- ¿Emma?

Sabía que era ella; quién si no. Su voz, esa nana con la que me había dormido placidamente la noche anterior. Esa ilusión hecha realidad que me recorría la nuca como aquella mañana de desconcierto. El llanto había traído a mi amada hasta mí, como si de un conjuro se tratase. 

-Acaso esperabas otra llamada...  

-Te esperaba a ti...

Deseaba ser franca con ella. Al fin y al cabo, estaba revoloteando a mi alrededor sin recato y eso podría ser interpretado como me viniese en gana.  

Pero, de dónde habría sacado mi teléfono. La duda me gobernó y me distraje unos segundos de la conversación que intentaba mantener conmigo.

-Nat, estás ahí-preguntaba confusa. 

-Si, si. Me preguntaba cómo habrías conseguido mi número, sólo eso. 

-Una, que tiene sus contactos-comentaba mientras reía algo nerviosa.  

Inundada de embeleso, podía imaginarla como si la tuviese frente a mí mientras su voz me distraía en la distancia. Su moto, aparcada justo al lado de la cabina, donde se encontraba esa belleza camuflada bajo unos jeans bien apretaditos y una chupa algo holgada para su figura. Sujetando con una mano el auricular, mientras con la otra coquetearía con su sedoso y vivo cabello. Su cara denotaría un gran deseo, oculto y cálido, pues su voz resultaba de lo más sexy y cautivadora.

-Ya me contarás-le contesté dejando entrever que volveríamos a vernos. 

-Me encantaría conocer un poco los alrededores... ¿me acompañarías?

No podía creerlo. El abatimiento de mi confusa y retorcida mente había originado que esos sueños rotos por los que lagrimeaba minutos antes, sólo fuesen producto de un mal augurio movido por el miedo.  

Ahí estaba Emma, llamándome para ir a dar una vuelta. Su escusa parecía ser hacer turismo, pero juraría que esas palabras, melosas y encaprichadas, iban buscando algo más que una compañera de picnic.

-Dame treinta minutos para arreglarme. Espérame en el portón-contesté animada, pero sin delatar desespero alguno. 

-Hasta ahora niña.

Fede se encontraba merodeando por la sala y me observaba sorprendido ante aquel repentino cambio de actitud.  

-Fede, voy a salir. Dígale a mi padre que mañana nos vemos... ¡seguro!-comenté vigorosa.  

Di un brinco del sofá, sin esperar respuesta alguna de mi ayudante, y me dispuse a subir a mi habitación de inmediato. 

Estaba tan dudosa ante mi ropero que los nervios se apoderaron de mi raciocinio. Me miraba al espejo con cada trapo que elegía pero nada resultaba ser de mi agrado. Revolví todo el armario con desespero. El tiempo corría y Emma llegaría de un momento a otro. Pasé al baño a darme una ducha templada con la intención de despejar un poco aquella obtusa elegancia que merodeaba por mi mente. Al terminar, asombrada por el desastre en el que había convertido mi habitación, me acordé de aquel pantalón de hilo blanco que me lucía tan bien cuando mi piel resplandecía un suave bronceado. Lo acompañé con una blusa blanca a juego, suave y algo transparente, marcada por un escote que, hasta a mí, me hacía vibrar.  

De lo Inerte Nace la Vida Parte1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora