De lo Inerte Nace la Vida Parte 2

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La noche estaba como predije. La lluvia había cesado pero parecía que, en cualquier momento, estallaría la tormenta del siglo. La luna, llena y repleta de sueños, se dejaba ver entre las negras nubes que invadían el cielo. Las calles estaban rebosantes de charcos donde se reflejaba la noche de calma que nos acompañaba. 

Después de salir del Rush, nuestros oídos quedaron adormecidos del estruendoso silencio que tan sólo el croar de las ranas era capaz de romper. Sólo faltaba para aderezar aquel cuento infinito que mi amada me llevase en su moto y me despidiera con un beso que me robase el aliento; así lo soñaba, así lo deseaba.

Cuentos, sólo son eso, historias inventadas con un final feliz para aliviar la desilusión de muchos. 

¡Cómo no!, pensé sin sorpresa alguna ante lo que veían mis ojos. Una Chopper, negra y brillante, reposaba en el aparcamiento, esperando a que su dueña volviese de sus compromisos sociales y la cubriese con su calor.  

Aprovechando que la suerte estaba de mi lado, pues a mi abuelo le encantaban las motos y sus nociones quedaron impregnadas en mi mente antes de que muriera, presumí de mis conocimientos sin pudor alguno. 

-Bonito bicho, algo atrevido para una mujer.  

La intención de mi cometido, no era otra que la de herir su ego y, ratificar así, mi precoz sentencia y cerciorarme de que se trataba de una chica con una personalidad arrolladora. 

-¿En qué libro dice que estos "bichos", como tu los llamas, no son dignos de ser llevados por una mujer?

Lo había conseguido. Herida como una niña pequeña.

-Era broma, Emma. Apuesto a que muchos desearían dominarla como tu lo haces.  

Esta vez, usé un tono acogedor y suave, dando a entender que estaba anticipadamente impresionada sin ser aún testigo de dicho manejo. 

Con gestos algo bruscos y desenfadados subió a la moto y, mientras la ponía en marcha, me lanzó una mirada algo dolida que me sedujo. Una vez arrancada, me pasó el casco y, algo desconcertada, me invitó a subir sin mostrar demasiado interés.  

Quedaba patente que esa chica era de armas tomar y que no se andaba con delicadezas ni reprimendas refinadas. Era tal cual quería ser y así lo hacía notar.  

Al ver que en su rostro se leía el más puro sentimiento de ofensa y descontento, me acerqué decidida y, muy segura de mis actos, la obsequié con una de mis dosis de cariño y simpatía. Inicié un sucio juego de cosquillas, mientras le repetía entre risas que hasta que no cambiase esa cara fea y arrugada de enfado, no cesaría mi fatigoso castigo. Me dejé llevar por la emoción y, sin percatarme que mi presa llevaba rato riendo e intentando deshacerse de mis escurridizas manos, la abracé fuertemente interrumpiendo de inmediato el jolgorio que habíamos organizado sin más; pude notar el final de su respiración.

-Lo siento, no te enfades conmigo, porfa-Le susurré algo acaramelada y dejándome llevar por ese aroma que desprendía su piel. Un aroma afrutado y levemente floral, que me impedía separarme de ella sin importarme demasiado lo que pudiera pensar. Un peso sobre la nuca me hacía sentir como una mosca en una trampa de suculenta miel, atrapada en una muerte dulce. 

Apartándose muy sutilmente y sin mostrar desagrado, me expresó con una locuaz burla algo así como que la venganza estaba servida; rió satisfecha. 

-Estamos en paz, pues-asentí; esta vez con tono de niña buena y arrepentida.

Una vez indicada la trayectoria hacia mi casa, subí a la moto ansiosa de sentir su calor, de impregnarme de ella; algo tímida, sujeté su cintura sintiendo que me aferraba a la vida. El acelerón con el cual inició la carrera casi me hace caer hacia atrás, por lo que no tuve otra alternativa que asegurarme una buena sujeción.  

De lo Inerte Nace la Vida Parte1Where stories live. Discover now