Capitulo 4 | Parte 2.

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―De acuerdo, chicos, os doy una hora. Ojalá alguno de los dos salga vivo de esta habitación ―Jane le dedicó una sonrisa arrepentida a Tate. Pero su expresión cambió por completo cuando miró a Ben: ―Y espero que tú te comportes como una persona civilizada.

Cerró la puerta, dejando a Tate a merced del pequeño psicópata. Sin duda, aquellos iban a ser los sesenta minutos más largos de su vida. 

Ben parecía ignorar por completo la presencia de su futuro padrastro. Tatareaba una melodía algo macabra a la vez que jugueteaba con una de sus dilataciones. «Puaj», pensó asqueado Tate. «Nunca entenderé las modas de hoy día». 

Tate miró a su alrededor mientras el peso que sentía en el estomago era cada vez mayor. Aquello iba a ser tremendamente difícil, ya que Ben no parecía por la labor de hablar y le tocaría a él romper el hielo. Se fijó en la estantería repleta de CDs que tenía delante. Música. Perfecto. ¿A qué adolescente no le gustaba hablar de música?

Se levantó de la cama para examinar más de cerca la colección de discos. La mayoría eran recopilaciones hechas por el muchacho y por un tal Alex. Los títulos no tenían desperdicio; de hecho el más suave mencionaba la palabra “entrañas”. No pudo evitar señalaren silencio la caratula  del CD, como pidiendo explicaciones a Ben.

Su respuesta fue una mirada de advertencia.

―No toques mis cosas.

Así que decidió volver a sentarse.

―El objetivo de que estemos aquí encerrados es que nos conozcamos ―explicó―. Sería estupendo que colaborases. 

―Sería estupendo que desaparecieses de mi vista―replicó el chico, imitando os gestos y la voz nasal de Tate.

Este contó hasta diez, inspiró y se prometió a si mismo que, una vez se casara con Jane, la convencería para meterlo en una academia militar. Al menos durante un año. 

Ah, sí. Un año sin sus constantes desprecios seria una especie de estancia en el paraíso.

Cogió aire de nuevo y volvió a probar.

―No te caigo bien; lo pillo. Pero intentemos ser personas sensatas, ¿vale? Solo quiero conocerte un poco. ¿Te gustan, umm… Los Beatles? ―preguntó, volviendo al tema de la música.

―No ―Ben bostezó. 

Tal vez no era el grupo más adecuado para alguien de su edad. Intentó recordar el nombre de esos cantantes que tanto gustaban a los jóvenes. Su conocimiento en ese campo era casi nulo, pues su colección de discos se limitaba a música clásica y algún que otro grupo de su época.

Fue incapaz.

―¿Practicas algún deporte? Cuando tenía tu edad jugaba al baloncesto. Era bastante bueno… O eso creo. Quizás medir uno noventa me ayudó. 

Metió una canasta imaginaria. Benjamin correspondió el gesto con una expresión de asco.

―Primero, no me interesan tus batallitas. Segundo, ¿tengo pinta de ser la estrella de algún equipo? 

Lo cierto era que no. Inspeccionó su atuendo: llevaba una camiseta negra sin mangas, que parecían haber sido cortadas por él mismo, ya que de los bordes colgaban algunos hilillos. Sus vaqueros eran de un gris oscuro, estaban excesivamente rotos y sucios. El chaval era un guarro, confirmó Tate. Luego estaban aquellas dichosas dilataciones y la maraña de pelo negro, que a su parecer necesitaba un arreglo.

«Más bien parece que me vayas a pedir una moneda».

―Sí que me lo pones difícil… ―El joven golpeaba rítmicamente el suelo con los pies mientras pensaba en un nuevo tema. Él siempre había sido una persona muy sociable, pero todos sus recursos eran aniquilados por la actitud cortante del adolescente― Y… ¿Qué me dices de las chicas? ¿Hay alguna que te guste? ―sugirió, esbozando una gran sonrisa.

Cabaret La Tragédie (cancelada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora