Capitulo 2.

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Imagina que buceas en una piscina. Tu espalda toca el suelo, abres los ojos y observas el cielo entre el agua. Desde el fondo, se ve hermoso. Lejano y hermoso.

Aquel día, el sol brillaba con fuerza sobre un horizonte completamente azul, adornado con varias nubes esponjosas y blancas. La brisa era leve y muy agradable. Las olas acariciaban su cara, suavemente. Hubiera sido maravilloso, flotar al compás del mar, dejarse llevar, intentar tocar el cielo con la punta de los dedos, aun debajo del agua…

Si no fuera porque se estaba ahogando.

Lissette trató de vislumbrar el rostro de Alphonse, aquel hombre que le había jurado una vida juntos. El que ahora la empujaba al fondo del mar, sin ninguna compasión. Una expresión de satisfacción decoraba su cara. No le importaba morir, si ella lo hacia con él.

Al fin y al cabo, esa era su intención.

— Para siempre —leyó ella en sus labios, que rapidamente quedaron ocultos por numerosas burbujas.

Y despues, nada.

Lissette gritó y gritó, presa del pánico.

Sus pulmones se contraían violentamente, en busca del aire que no llegaba. La boca le sabia a sal, su garganta ardia y se encontraba cada vez mas oprimida, como si unas manos invisibles trataran de estrangularla.

Lissette conocía bien esa sensación; la había vivido millones de veces. Pero todas y cada una de esas veces habían sido igual de horribles.

— ¡NO! —chilló, fuera de si— ¡TÚ OTRA VEZ NO!

La chica se agitaba frenética, entre espasmos, enredando las sabanas. En un lugar entre el sueño y la realidad, trataba de luchar desesperadamente contra lo que fuera que estaba ocurriendo. Miraba a todos lados, buscando ayuda; pero allí no había nadie, solo un puñado de sombras.

Cuando pensó que iba a morir, todo acabó.

Estaba tirada en el suelo. Las sabanas estaban esparcidas por la enorme alfombra roja de su habitación y la almohada se encontraba a varios pasos de la cama. La tenue luz de un mediodia nublado se colaba tímidamente a través de una pequeña ventana. Durante un instante de siencio absoluto, oyó como la lluvia aporreaba el tejado.

Todo parecía tranquilo, pero solo era una ilusión.

Decidió seguir tumbada en el suelo hasta recuperarse. Concentró toda su atencion en el sonido de las gotas, mientras inspiraba y exalaba lentamente. La sensación de recibir aire en sus pulmones fue una especie de bendición.

Lissette estaba agotada. Su cuerpo jamás se acostumbró al terrible horario que le imponia el cabaret: vivir de noche y dormir de dia. Si su cansada mente no la engañaba, aquel dia se habia acostado a las seis de la mañana. El espectaculo comenzaba a la una de la madrugada y duraba aproximadamente dos horas. Lissette creia que lo normal seria irse a dormir justo despues, pero Gabriel sentia cierta fascinación por la noche. Decia que su lado más creativo se presentaba a la vez que las estrellas. Daba igual lo extenuante que fuera la actuación de esa noche; estaban todos obligados a ensayar el numero de nuevo, a recoger las mesas y limpiar la sala. Lo más gracioso de todo era que despues de haber dormido las horas escasamente necesarias, la rutina volvia a comenzar. Estaba atrapada en una continua espiral de trabajos forzosos. Asi era como debia sentirse un esclavo.

La joven consiguió calmarse un poco. Recogió las sabanas e hizo la cama, pero fue consciente de que le iba a ser imposible volver a dormir. Sin nada mejor que hacer, se dirigió a los baños comunes, pensando que quizás lavarse la cara la tranquilizaría por completo. Un olor a humedad le azotó nada más abrir la puerta. El pasillo estaba completamente vacío, como era de esperar, pero le pareció más terrorífico que de costumbre. A diferencia de las habitaciones, el resto del cabaret no disponía de ventanas que dejaran entrar luz natural y este se veía envuelto en una inquietante penumbra cuando se apagaban las velas que lo iluminaban. Lissette corrió a toda prisa a través del pasillo intentando hacer el menor ruido posible, para poder escapar de la opresora oscuridad cuanto antes. Cuando dejó atrás las puertas de los dormitorios, giró a la derecha y se encaminó hacia una puerta blanca decorada con un grotesco monigote femenino, acompañado por la frase “bellas señoritas” escrita con rotulador negro. Lissette puso los ojos en blanco. Que considerado por parte de Gabriel.

Cabaret La Tragédie (cancelada).Where stories live. Discover now