Capitulo 4 | Parte 1.

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Si en aquel instante hubiese caído una bomba atómica sobre la ciudad, probablemente Benjamin ni se habría percatado. El estridente ruido de las guitarras y los gritos que profería el cantante (los cuales su madre calificaba como “provenientes del mismísimo infierno”) le impedían oír cualquier ruido más allá de las puertas de su cuarto. Balanceaba suavemente la cabeza al ritmo de la música, mientras su mano recorría a toda velocidad la hoja de su cuaderno. En ella podía verse el  boceto de una figura humana muy bien conseguida.

Sin embargo, él chico no parecía pensar igual.

«Vaya mierda» —tiró con furia la libreta, que acabó derribando la lámpara del escritorio. Esta aterrizó sobre un montón de ropa sucia impidiendo así que la bombilla se hiciera añicos.

No era capaz de retratarla. Lo había intentado millones de veces, pero jamás conseguía reproducir sus ojos tristes. Su cuerpo, excesivamente delgado, era demasiado perfecto para qué una persona que no lo fuera pudiese comprenderlo. ¿Su cabello? Nunca parecía lo suficientemente suave…

«Un momento. ¿Qué cojones estoy pensando?»

Se levantó de la cama y subió aún más el volumen de la música. Se pegaría a sí mismo si pudiera. Aquel nivel de ñoñería era inaceptable. Pero…

«Tengo que pedirle una foto. Quizás así será más fácil».

«Espera...Claro, Ben. Acércate a ella y dile: “¡Hola! Nunca hemos hablado, pero creo que sería encantador que me dieras una foto tuya”. En el mejor de los casos, se pensaría que es para que te des una alegría en el baño… Ben, eres idiota».

Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que su móvil llevaba un rato vibrando en el bolsillo.

Miró la pantalla, molesto. Alexander. Más le valía a su amigo que fuera importante.

—Hey, tío.

—Alex… ¿qué demonios quieres ahora? Estoy ocupado.

—¿Perdona? No te oigo. Apaga esa mierda que tienes puesta —Ben gruñó. Buscar el mando del estéreo entre tanto desorden iba a ser misión imposible, así que simplemente arrancó el enchufe de la toma de corriente —. Mucho mejor. Creí que siendo amigo mío habías aprendido a tener un poco de criterio musical… Pero veo que no.

—Sí, sí. ¿Algo más?

—Pero mira que eres borde. Solo he llamado para charlar un rato. Por cierto, ¿qué tal lo llevas con el tatuaje? 

Ben levantó con cuidado el cuello de su camiseta y se miró el pecho. Aquella sección de piel inflamada y llena de tinta picaba demasiado. El muchacho se preguntó cómo era posible que sufriera más en ese momento que el día anterior, cuando la aguja picoteaba su piel.

—Escuece.

—Bienvenido a mi mundo —dijo entre risas—. Imagínate cómo debo pasarlo con la de tatuajes que llevo. Mientras curaba el último que me hice estuve a punto de pasarme un estropajo de metal por la zona.

Pensó en los brazos de su amigo. Estaban totalmente cubiertos de dibujos, como si llevara una camiseta estampada de manga larga. Lo más sorprendente era que el propio padre de Alexander se los hacía. Cualquier persona normal se escandalizaría, pero padre e hijo eran igual de irresponsables y pasotas. El primogenitor poseía un salón de tatuajes bastante famoso en la ciudad y le había inculcado el amor por este arte a su hijo. Lo que su padre no sabía era que él a su vez los hacía de forma clandestina a conocidos, incluido Ben. Al principio le había parecido una locura confiar en la mano inexperta de Alex, pero el resultado final había sido espectacular. Y gratis.

Cabaret La Tragédie (cancelada).Where stories live. Discover now