Capítulo 8.

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Julia seguía acariciendome el cabello, y estuvimos así por un rato hasta que decidió hablar:

-¿Qué clase de sueños has tenido? Claro, si puedes contarme.-

Me levanté de su regazo. Era algo incómodo que le contara mis sueños a Julia, y era aún más incómodo lo que estabamos haciendo hace unos minutos.

-Bueno... está bien, te contaré. En mi sueño estaba en un baile, en la casa de Celia. Ella tenía un vestido blanco y comenzamos a bailar. De repente la música se detuvo y comenzó a brotar sangre de su cabeza.- dije, recuperando el control.

-Vaya, fue algo intenso tu sueño. Seguramente como leíste las primeras hojas y te dormiste enseguida, tu subconsciente absorbió la información.- Julia siempre tenía comentarios de ese tipo.

-Pero, lo extraño fue que no se sentía como un sueño. Fue tan real que creí estar en el sitio.- dije, y la cicatriz comenzó a arder de nuevo. Puse mi mano sobre ella para calmar el dolor.

-¿Qué te pasa ahí? Déjame ver.- dijo Julia, tomando mi cabeza de nuevo. Comenzó a revisar en mi cabello hasta que la encontró.

-Una cicatriz, y es algo grande. ¿Qué te pasó?- dijo Julia, curiosa.

-No se muy bien qué es eso. Lo que sé es que tuve un accidente hace muchos años y mi memoria se borró. No recuerdo nada desde eso.- dije, apenado. De nuevo estaba en el regazo de Julia.

-¿Es en serio? ¿No recuerdas nada de nada? ¿Ni tu adolescencia o tu niñez?- Julia se interesó mas.

-No. No tengo idea de cómo fue mi vida. Sólo recuerdo que era policía, luego unas luces extrañas... y luego nada. Ni siquiera mi nombre verdadero.-

-¿¡Tú nombre no es Diego!? Wow, esto es demasiado. Tu vida es más intrigante que el caso de la suicida...-

-Se llama Celia, Julia. Ten algo de respeto.- dije, interrumpiendola. Me había molestado su comentario.

-Lo siento, pero es la verdad. Deberías ir a un psicólogo a ver si logras recordar algo más.- dijo Julia, esta vez seriamente.

-He ido, pero no funciona nada. Lo único que logro recordar son las luces, pero si me esfuerzo más, me duele la cicatriz.- dije, poniendo de nuevo mi mano en ella. Y justamente, mi manó tocó la de Julia.

Era suave al tacto, y tibia. Su piel era tan fina que temía lastimarla. Julia apartó su mano, pero yo la dejé ahí.

-Creo que debo irme.- dijo Julia, levantandose del sofá y dejando caer mi cabeza en el asiento.

-No, no te vayas. Podríamos comer algo, no se.-

Julia se quedó ahí, parada y viendome fijamente. Finalmente, suspiró.

-Está bien, "Diego"- hizo el gesto de comillas con los dedos mientras sonreía- Acepto ir a comer, me lo debes despupes de hacerme correr con tu asunto loco.-

Salimos del apartamento, y el sol de la tarde nos llenó con su luz. Miré mi reloj, era la una de la tarde.

-Hora del almuerzo.- dije, mientras sonreía. Julia también sonrió, y pude ver sus hermosos dientes blancos resplandecer bajo la luz. Julia era simplemente bella, y había aceptado a comer conmigo.

No había salido con nadie desde el accidente, lo que me hacía dudar de mi capacidad de hablar con las mujeres. Tal vez me había obsesionado tanto con el trabajo que me olvidé de crear vínculos afectivos. Aunque esto no era una cita como tal, se acercaba bastante. Julia era bonita e inteligente, y me agradaba estar con ella, a pesar de su caráter fuerte.

Estábamos en el auto, buscando algún lugar en dónde almorzar. Lo malo de vivir en una ciudad tan pequeña es que no hay muchos sitios. Pero al fin, después de veinte minutos buscando, encontramos un pequeño café donde ofrecían almuerzos.

-Tuvimos suerte, no hay lugares así en este pueblo.- dijo Julia, riendo.

-Cierto, aún no se por qué no me voy de este lugar.- dije, también riendo.

-¿A dónde te irías de ser posible? ¿Al extranjero?- dijo Julia, poniendo sus codos en la mesa y con cara de interés.

-No, nada de eso. La verdad no se me dan muy bien los idiomas. Además en algunos países te discriminan por ser latino.- dije, había tocado un tema de conversación interesante.

-Tienes toda la razón, y más si aparte eres de piel morena como yo.- dijo Julia.

-¿Pero tú no eres de familia extranjera? ¿Tu apellido no es... Firenz o algo así?- dije.

-La verdad... - Julia se puso tensa- Es que soy adoptada. No conozco a mis verdaderos padres, pero mis padres adoptivos me dieron todo el amor que una niña podría necesitar. Y les agradezco todo.

Los ojos de Julia se humedecieron. Sus padres habían muerto hace poco, y aún hablar de ellos le causaba dolor. Pero lo que no sabía es que ella era adoptada. Fue una sopresa para mi.

-Vaya, hay cosas que no sabemos de nosotros, y tenemos tres años siendo amigos.- dije, tratando de divertirla. Y funcionó.

-Si eres bobo, "Diego"- volvió a hacer el gesto con los dedos mientras sonreía.- Pero me caes bien, tal vez si somos amigos después de todo.

Estábamos comiendo, y la verdad fue un día agradable. Durante las dos horas que estuvimos en el café hablamos de nuestras vidas. Me enteré que Julia había estudiado en una escuela de monjas en la capital, pero al enterarse del potencial que tendría este pueblo en un futuro, sus padres y ella se vinieron a vivir. También durante su adolescencia volvió a irse a Caracas a estudiar comunicación, pero no terminó la carrera porque no soportaba la idea de estar lejos de su familia. Así que cuando volvió consiguió el trabajo como asistente de Investigación en la unidad de policías.

Yo no tenía mucho que contarle, porque no recordaba nada de mi vida. Pero le conté acerca de mi proceso de recuperación, de las terapias con psicólogos que no funcionaron, de cómo veía la placa de policía solo con una letra "D", y de cómo inventé una historia para conseguir el trabajo en la estación.

-¿¡Qué!? ¿¡Inventaste una vida!? Diego, estás loco, en serio. Pero para serte franca, yo también lo habría hecho.- dijo Julia, emocionada.

-Si bueno. Tuve que crear una verdadera novela en mi cabeza para que me creyeran. Dije que era policía en la capital, pero la vida en la ciudad me había agotado, así que decidí mudarme aquí. Y con respecto a mi placa...- dije mientras le mostraba mi antigua placa, torcida y vieja- dije que se había caído a la carretera y un auto la había aplastado. Y al parecer funcionó.- dije, riendome.

-Vaya, así que eres un policía medio falso. Si el jefe o la capitana supieran que tienes un problema en el cerebro, te hubiesen despedido desde hace rato.- dijo Julia, en shock.- Sabemos bastante de nuestras vidas, ahora sí que somos amigos.-

-Creo que si, pero fue divertido ¿no?- dije, divertido- Ven, te llevaré a tu casa.

Julia tomó su bolso y se puso de pie, justo después de que yo le apartara el asiento. En toda la tarde, no había notado como estaba vestida Julia. Tenía pantalones, algo poco común en esta época. Sólo las mujeres que no temían ser juzgadas se atrevían a usarlos. Eso me agradó.

Llegamos a su casa. Un lugar algo ostentoso, con un pequeño jardín en el frente. Salí del auto y le abrí la puerta.

-Gracias, eres todo un caballero.- dijo Julia, sonriendo.

El sol de la tarde se estaba despidiendo, y las primeras estrellas estaban por salir. Era un atardecer hermoso, como la chica que estaba frente a mí.

La acompañé hasta la puerta, y un impulso me hizo cometer una locura. La besé, puse mis labios sobre los suyos. Noté como se ponía tensa, pero por alguna razón, no me apartaba.

-Lo siento, en verdad. No se por qué lo hice- dije, disculpandome. Estaba tan apenado, que deseaba que un hueco se abriera en la tierra y me tragara.

-Te lo dije, es lo que pasa en los cafés.- Julia sonreia. Como si no le hubiese molestado, y para mi sorpresa, me correspondió. Nos besamos lentamente en el frente de su casa, y no podía estar más feliz.

Celia, la chica de ojos grandes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora