Capítulo 10. Culpa.

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Lia

Estaba física y mentalmente cansada. Anoche no había pegado un ojo. O quizás sí, pero dormí muy poco. Todo el tiempo lamentándome el error que cometí. ¿Por qué no hablé con él? Sólo había querido evitarle más dolores de cabeza... Mi error y sólo mi error.

Había caído en la conclusión de que entendía por qué Zacha se había enojado conmigo. Y tenía la esperanza de ir hoy a su casa y hablar, para poder arreglar las cosas. Y que me perdonaría. Y todo estaría bien. Pero me equivoqué. Más que nunca.

Esta mañana desperté luego de haber dormido media hora o poco más, me tomé una ducha para quitarme la mala cara que llevaba encima y bajé a desayunar. Mamá estaba con Robert sentados tomando el desayuno y podía sentir el olor del café en el aire. Me serví una taza y le robé la tostada a mamá.

—Buen día, Lia — dijo ella mirándome con el ceño fruncido.

—Buen día, mamá — le respondo con una sonrisa.

Hoy voy a arreglar todo y todo estará bien. Zacha no estará más enojado conmigo y veré a Sabri... Que la extraño por cierto. Y trataré de que Zacha entienda a Cecilia y...

—¿Lia? — la voz de Robert me saca de mis pensamientos. —¿Estás bien?

Ups. Creo que me quedé tildada. —Eh... Sí. Anoche no tuve buen sueño, nada más.

—Jum... Ponle azúcar al café, así te despiertas, ¿está bien? — dijo mamá sin dejar de fruncir el ceño.

Asiento y bebo mi café rápidamente. Lo termino, me levanto y antes de dirigirme a mi habitación le tocó el ceño a mamá. —Menos preocupaciones, menos arrugas.

Me paso las siguientes horas en mi habitación, ordenando para calmar los nervios. Tenía pensado ir cerca del mediodía a hablar con Zacha.

Mientras ordenaba vi mis libros, de los que tanto estaba adicta, pero ahora y a penas los tocaba. ¿Qué me había pasado? La vida. La vida misma me había pasado. Me enamoré y eso trajo un montón de cosas lindas y bellas. Pero también trajo problemas, corazones rotos, preocupaciones. Ya no quería leer historias de amor en dónde tenían problemas y los solucionaban. Ya lo vivía en carne propia.

Estaba acomodando los zapatos de debajo de mi cama cuando sonó mi teléfono. Lo tomé de mi mesa de luz y vi que era Nare. Dudé si atender o no, hasta que le corté. Era mi mejor amiga, sabría que algo iba mal y su carácter es muy parecido al de Zacha... o un poco peor. Y si le contaba, sabía que se enojaría conmigo y no quería tener a dos personas que amaba enojadas conmigo. No sabía mentir así que preferible no atender.

Terminé ordenar y me sacudí la ropa. Era hora de ir a lo de Zacha y arreglar todo esto. Por lo que tomando mi celular y mis llaves, pedí a Robert que me llevara.

Supe que algo iba mal a penas bajé del auto. La puerta principal estaba abierta y dentro podía oír la voz incomparable de Elizabeth discutiendo; nunca la había oído así. Otra cosa que no me gustó: el auto de Nare se encontraba aquí. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Había pasado algo malo?

Ignoré lo que me dijo Robert y salí corriendo hacia la casa. Entré por la puerta ya abierta y mis ojos se posaron en todo alrededor. Elizabeth estaba en una esquina discutiendo por su celular, oía lo que decía pero mi cerebro no quería entenderlo. Mis ojos se quedaron fijos en una sola persona: Zacha. Estaba sentado en el sillón con su cabeza entre las manos, parecía desolado. Y por último miré a la persona que me había estado llamando hace unos minutos: mi mejor amiga, Nare.

—Tú — gruñó a penas me vio. —¿Cómo pudiste?

Quitó la mano que tenía apoyada sobre el hombro de Zacha y se acercó a mí. Me empujó. —¿En qué demonios pensabas? ¡Traerla aquí! ¡Decirle sus horarios! ¡Todo es tu culpa!

Dime que aún me amas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora