Capítulos 36 y 37

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Viernes 13 de abril de 2007, 11:31 - Segunda noche

Hoy me he dormido. Empezamos bien.

También he comprobado, una vez más, que en la suerte no se puede –ni se debe– confiar.

Esta noche no ha sido muy distinta de la de ayer, lo que significa que no he encontrado al asaltante de mujeres. Además la policía ha seguido patrullando las calles toda la noche, por lo que deduzco que ellos tampoco. Al menos no ha llovido. Un superhéroe con paraguas es algo que me sería difícil de asimilar, además de hacerme sentir aún más ridículo.

A pesar de lo tranquilo que ha transcurrido mi «turno de vigilancia», ha habido un pequeño incidente digno de mención, aunque por suerte me ha pillado cerca de casa, cuando ya regresaba. De repente me ha subido por la garganta el ya conocido sabor de mi propia sangre y me ha empezado a chorrear la nariz cosa mala. No tenía otra cosa a mano que el pasamontañas y lo he puesto perdido de sangre, además de dejar un buen charco en el asfalto, para que cualquiera que pase y lo vea pueda pensar que allí ha habido un accidente o un crimen. Sólo me falta ir dejando pistas falsas por ahí.

Con el pasamontañas cubriéndome la nariz he llegado a casa, y al abrir la puerta y cruzar el recibidor a toda prisa, he visto algo en el suelo por el rabillo del ojo; era un sobre. Antes de recogerlo, restándole importancia, he seguido hasta al baño para lavarme y he dejado el pasamontañas en agua caliente. El sobre no llevaba nada escrito, ni sello, ni dirección, ni remitente. Nada. Lo he abierto, sentándome en el sofá, y he sacado una

hoja de su interior, donde había unas cuantas líneas escritas con boli azul:

Lamento todo lo sucedido y que por ayudarme te veas en problemas.

Mi marido no atiende a razones y no he podido impedir que cursara una denuncia contra ti, pero te prometo que te ayudaré en todo lo que necesites. Con tu ayuda y la de los vecinos quizás consigamos que lo encierren en algún sitio durante un tiempo, donde lo traten y me lo devuelvan siendo el hombre del que me enamoré.

Siento mucho todo esto.

Clara

PD: si necesitas algo díselo a Magda, ella me lo hará saber.

Esta mañana al levantarme me la he vuelto a leer. No tenía claro que no perteneciera a un sueño, pero ahí estaba, tal como la recordaba. Cosas así son las que te animan a seguir, supongo.

De todas formas, he decidido tomarme un descanso esta noche y quedar con Sara; puede que el tipo se haya cansado o se haya ido a otro lugar sabiendo que lo buscan, o puede que nunca más tengamos noticias sobre él. No creo que pase nada por que me tome una noche libre.

Además, estará la policía patrullando. Confiaré en ellos hoy, que por algo son los profesionales.

 

 

Viernes 13 de abril de 2007, 17:55 - Estática

Algo no marcha como debería dentro de mí.

No me encuentro demasiado bien, y esta vez no se trata de una migraña ni de un catarro. No sé qué es, pero me siento pesado, sobre todo la cabeza...

Quiero pensar que es por el cansancio acumulado, aunque hay algo que me mosquea: desde este mediodía he empezado a notar algo extraño, como un zumbido, una vibración muy sutil. Primero pensaba que era el móvil de alguien o el aparato del aire, pero no, resuena en mi cabeza como la estática de una emisora mal sintonizada. No es que me duela nada pero, coño, molesta. Me cuesta pensar, ya no digamos concentrarme en lo que estoy haciendo.

Mañana pienso pasarme el día entero tumbado en el sofá, a ver si se me pasa, y el lunes sin falta pediré hora para el médico. Todo esto empieza a preocuparme.

Esta noche tocará poner buena cara –sé que no me va a costar demasiado– y fingir que estoy perfectamente. Una cosa es que le cuente a Sara que tengo poderes –con todo lo que ya conlleva– y otra es que además le diga que desde que los tengo parece que me esté descomponiendo. Todavía no he decidido cómo empezaré a contárselo, ni qué le diré exactamente. Supongo que según la cara que vaya poniendo me ceñiré más o menos a la verdad.

Espero que Xavier esté equivocado.

Hoy me ha pasado algo muy bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora