Travesuras

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—¡Corre! Nos verán —le susurré a Jordan. Era unos meses menor que yo y apenas aparentaba los doce años que tenía; siempre fue muy pequeño.

—No deberíamos hacer esto —repitió por tercera vez.

—Calla y entra. —Abrí la verja y lo apremié a que cruzara primero. Luego la cerré tras de mí y corrimos hacia la casa—. ¡A la ventana!

Obedeció mi orden y se escondió bajo el alféizar. Yo hice lo mismo y respiré profundamente varias veces.

—El corazón me va a cien por hora. —Me reí y miré a Jordan, que tenía la cara más blanca de lo habitual.

—Quiero irme a casa, Mark. Creo que voy a vomitar.

—No te rajes ahora. —Le di un golpe sin maldad en el estómago y me levanté poco a poco para mirar por la ventana—. Tú también querías venir.

—Pero nos van a pillar.

—Ahí están —exclamé emocionado y lo agarré de la chaqueta para levantarlo—. Vamos. No seas gallina.

Ambos nos quedamos embobados mirando la escena. Ruby, la prostituta más guapa del pueblo, se había empezado a quitar el vestido, que ya de por sí ocultaba poca carne, mientras el hombre que la había contratado la observaba desde la cama.

—Empieza el espectáculo —murmuré. Cuando miré a mi amigo aprecié que había desaparecido la palidez de su rostro y tenía las mejillas encendidas. Me reí y le di un ligero empujón para sacarlo de su asombro.

—Las tiene más grandes de lo que imaginaba —mencionó con cierta timidez.

—Te lo dije. Después de la vieja de los piños, es la que tiene las tetas más grandes del pueblo.

—Y mejor puestas.

Aquello me hizo reír más fuerte de lo que hubiera querido y nos agachamos de nuevo, temerosos de que nos hubieran escuchado.

—Vámonos, Mark. Seguro que nos han oído.

—Shhh. —Le tapé la boca con la mano y una carcajada caprichosa de Ruby se escuchó en el interior de la estancia—. No se han dado cuenta.

Jordan me apartó de él y se levantó nervioso.

—Ya hemos visto suficiente. Yo me largo.

—Aún no hemos visto nada. No seas cobarde. —Lo agarré de la chaqueta y lo empujé hacia mí.

Entonces escuchamos un grito.

Nos asomamos a la ventana y vimos como el hombre le clavaba un cuchillo a Ruby una y otra vez. Chillé como jamás lo he hecho antes, y eso captó la atención del asesino. Me aparté de la ventana y caí de culo. Jordan seguía allí asomado, nuevamente pálido. Me levanté aprisa y lo agarré del brazo.

—¡Corre! No te quedes ahí parado, idiota —le grité, y tiré de él.

En algún momento lo solté y seguí corriendo. Jordan lloraba tras de mí. Y, entonces, escuché un golpe y dejé de oír sus sollozos. Me detuve un segundo para verlo tirado en el suelo boca abajo y con un puñal clavado en la espalda. El asesino aún estaba lejos y seguí corriendo, deseando que no tuviera otro cuchillo que lanzarme a mí.

Al día siguiente, todo el mundo estaba conmocionado por la muerte de Ruby, pero, sobre todo, por la de Jordan. Mis padres atribuyeron mi estado de ánimo de los días sucesivos al asesinato de mi amigo, y yo jamás fui capaz de contar la verdad porque tenía demasiado miedo de que me culparan. Tal vez, si hubiera hablado, podrían haber encontrado al asesino. Al fin y al cabo, le vi la cara; jamás podré olvidarla...


Insania © (Completa)Where stories live. Discover now