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Angelina.

Nueve años

—Padre...—Lo llamo.

Siempre está en su oficina. Jamás la he visto hacer cosas que hacen los padres de mis amigos. No juega conmigo. No me habla mucho. Tampoco jamás me ha leído antes de dormir.

Tal vez el problema sea yo.

Tal vez no le gusto...

Madre me dice que el siempre quiso a un niño. Jamás planeó tener una niña.

Jamás planeo tenerme.

—Ahora no Angelina. Ve a otro lado.

—Padre es madre no contesta...

—No me molestes más.—Gruñe.

—Pero...

—¡VETE!—Golpea la mesa y yo salto por el susto.

Agacho la cabeza y obedezco. Salgo rápido de la oficina y me voy a mi lugar favorito. El único lugar que me gusta.

El jardín lleno de flores.

La maestra dice que las flores pueden escuchar o sentir. No sé que tan real sea eso. Pero me siento a hablarles.

Les cuento muchas cosas.

Ellas guardan mis secretos. Saben donde guardo golosinas en la casa.

Sé que ellas no me traicionarán. No pueden hacerlo.

Ellas no hablan...

Me siento como de costumbre y acaricio sus pétalos. Son tan hermosas.

Siempre he sentido que nadie valoran a las flores.

Se centran en cosas sin importancia...

—Eh, Tu niña.—Escucho una voz desconocida.

Miro a mi alrededor buscando quien habla.

—Acá niña tonta.—Otro susurro y miro hacia delante.

Viene de la casa vecina. Detrás de la separación que divide la casa.

—Oye...—Voy a protestar pero me interrumpe.

—Se me cayó el balón en tu casa.

Dice la voz.

Por la rendija de la cerca lo puedo ver.

El niño mal educado se encuentra ahí.

—Primero me dices tonta y después quieres que te ayude.—Recrimino.— No te la pasaré.

—Si no me la pasas la iré a buscar yo.—Dice su voz irritante.—Saltaré y...

Dejo de escucharlo.

No le haré caso.

Èl no tiene modales.

Me insulta.

No me agrada.

Y no ayudo a las personas que no me agradan.

Escucho como balbucea algo.

Minutos después se escucha un golpe en el césped.

Miro hacia al lado y lo veo.

Cayó de espalda.

Encima de mis flores.

—¡No!—Grito.

—¿Por qué gritas? Si te preocupa mi espalda estoy bien. No me pasó nada.—Se hace el gracioso mientras se levanta y sacude su ropa.

—¡Tonto!—Grito afectada—¡Mira lo que hiciste!—Señalo mis flores aplastadas.

No puede ser.

Tuve que rogar para que me dejaran tener un jardín con flores.

Y este estúpido niño las arruinó.

Dante.

Recojo mi balón de futbol, la niña lloriquea mirando sus flores.

—¿Qué te pasa?—Pregunto desconcertado.—¿Por qué lloras por unas flores insignificantes?

—¡Cállate!—Grita llorando.—¡Las mataste!

Casi me río.

Es tonta.

Unas estúpidas flores no tienen vida.

—¿Acaso tienes cinco años?—Me burlo—Lloras como un bebé con hambre.

—Tengo nueve años, tonto.—Dice entre lágrimas.

—Yo tengo trece, mañana cumplo catorce—Ofrezco mi mano amablemente para que se levante del suelo.

Seré más grande. Tengo que comportarme como tal.

—¡No te pregunte!—Rechaza mi mano y veo como toma un poco de tierra.

No me doy cuenta cuando la tierra llega a mi cara.

Sin pensarlo dos veces. Recojo un poco de tierra también y se lo lanzo en su vestido blanco.

—Niña tonta.

Ella ve como su vestido se ensucia. Pero no llora. En vez de eso recoge más tierra y me la lanza.

Puede que ella sea más pequeña. Pero no me dejaré molestar por una mocosa de nueve años.

InfernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora