Capítulo Dieciocho

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Kiara 

Odio la naturaleza.

Llevamos más de dos horas de caminata en el bosque, en busca de una cascada. Los ojos me pesan y siento que no doy para más.

Esta mañana ha sido la peor de todas, los mosquitos zumbaban en mi oído sin descanso, intolerable calor, los ronquidos de Jess y el movimiento de las ramas de los árboles me mantuvieron despierta toda la noche. Las encargadas en despertarnos no pararon de aporrear la puerta ¡A las seis de la mañana! que crimen.

Jess no tuvo problema en despertar, yo reuní la poca fuerza de voluntad que me quedaba en levantarme, lavar mis dientes y vestirme. La optimista actitud de la rubia me resultaba asqueante. 

Desayunamos junto a unas treinta chicas en el comedor principal, las porciones eran insignificantes y la comida sin sabor. Prometí ser agradecida y sonreírle a la vida, pero el universo juega en mi contra. Luego de un arduo trabajo sembrando y regando plantas, separando canastas destinadas a la donación para niños con pocos recursos, separar minuciosamente los desechos estaba agotadísima. Si parece una semana de explotación adolescente que de reflexión. 

Después de aquello nos refugiamos en nuestra habitación, Jess a buscar señal para hablar con Liam y yo para dormir.

―Odio este sitio ― me quejo, estirándome sobre la cama.

―Odio la poca señal que hay ― la veo hacer cuestionables posiciones sobre la cómoda en busca de señal. ―¿Cómo no puede haber señal? ¿Es qué esta gente no tiene vida social? 

―Si que tendrán, con los árboles, animales, el bosque. ― continuo― Una vida espiritual y armoniosa. Lo que nosotras nunca tendremos. 

―¡Sí! ―baja de la cama y se lleva el cel a la oreja, desapareciendo en dirección al baño.

Minutos de silencio, cierro los ojos cayendo en un profundo sueño. Sacudidas en el hombro me desconciertan, al abrir los ojos Jess está vestida con otra ropa y unas gafas de sol en la cabeza. 

―¿Qué pasa contigo? Dejame dormir ― le doy la espalda.

―¡Arriba, perezosa! Qué Liam y sus amigos nos esperan. 

Frunzo el ceño.

―¿Dónde? ¿Qué? 

Me apresura en levantarme de la cama y cambiarme a ropa menos.. monja. Entre la prisa y el aturdimiento mi mejor amiga habla sin pausa. Consiguió dos puntos de cobertura pudiendo hablar al fin con su novio el cual estaba en una cascada cercana con sus amigos del club, invitándonos a unirnos a la velada.

El club de teatro no es el único presente; el club de baile, arte, escritura, ciencia, costura y muchos otros levantan la mano. Es extraño ver como multitudes de personas se reúnen hablar acerca de un tema en específico, unidos por el mismo amor, mientras yo sentada, alejada del resto y no por falta de conocimiento, sino más bien de ganas.

Los adolescentes actuales solo tienen una cosa en mente y no comparto sus ideales. Mis gustos y opiniones son reservadas, no todos tienen el honor de conocerme de modo que trabajo en silencio y sorprendo con el resultado final.

Personas privilegiadas ven mis diseños gráficos, valorandolos según su criterio. He participado en secreto en diversos concursos artísticos ganando segundo o tercer lugar, este año alcanzaré el primer puesto. Mi portafolio de diseños guardado bajo cama.

La falta de sueño hace presencia, obligándo a detenerme.

―Haces mucho ejercicio y no puedes subir una montaña.― bromea.

―Dejame en paz , Jess. 

Transpirando subimos lo que queda de camino, llegando finalmente. Nos escapamos del campamento de chicas para poder llegar aquí, violando las reglas de las monjas y cualquier proverbio que estableciera los deseos pecaminosos como pecado. No soy católica ni cristiana. 

Mi familia nunca se ha sustentado en la religión por lo que no me inclino a ninguna, sin embargo creo en Dios y su propósito para enviarme a la tierra. 

En esta parte del bosque no existe sendero alguno, nuestros pasos únicos dirigentes tal como brújula natural del sol y sonido del agua al caer. Jess corre a los brazos de su amado quien la besa frente a todos, está sin camisa y en pantalones cortos al igual que sus amigos, el agua escurre de la ropa.

Saludo tímida. Liam me abraza, grito sintiendo el helada agua.

―Amaneció insufrible ― dice su novia.

Arrebato sus lentes de sol, ofendida. 

―Corrección, no he tenido mis justas horas de sueño.

―Este no es tiempo para dormir. ―envuelve el brazo en la cintura de la fémina. Sonríe ―Disfruten el poco tiempo que tenemos, al regresar nos exorcizaran con agua bendita.

Olvidando, me divierto como hace tiempo atrás no lo hacía, los compañeros de club de Liam y Jess son ocurrentes y amigables, llegando a conectar rápido con su estilo.

Nado de espaldas, yendo contra corriente. La helada agua relaja mis tensos músculos y aligerando el ambiente, la tarde aún empieza cuando siento una mano en mis piernas, de repente un cuerpo me carga sobre su hombro y no soy consciente de nada.

Gritos divertidos son lanzados al aire. Uno de los chicos del grupo me sostiene con fuerza, girándome en el aire, riendo y mareada pido que se detenga.

En tierra firme la cabeza me da vueltas.

―Me las pagarás ― amenazo sin llegar a causar efecto en él.

Aturdida me recuesto sobre mi vestido seco en unas rocas, mi móvil ha muerto horas atrás en la travesía de subir la cima. Observo las espumosas aguas de la cascada que con su suave sonido ablandan mi ser, aprovechando el silencio abandono este mundo para sumergirme en los sueños.

Descansada, húmeda y contenta llego a la cabaña. Tendemos nuestra ropa en los barrotes del balcón, Jess entra primero a la ducha,  mientras cargo mi teléfono para escribirle a mamá. En la espera me envuelvo en una toalla y memoro el increíble día.

Deslizo la aplicación de mensaje entrando al chat, pero un mensaje no leído y enviado hace menos de treinta minutos aloca mis sentidos.

Mr. Misterioso

Te ves hermosa con el pelo mojado.

Cartas En Febrero ©Where stories live. Discover now