Capítulo Veintiuno

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Kiara

Sus manos pasan por mi abdomen, atrayéndome a él. Suelto el aire contenido, perdiéndome en el reflejo del agua, lo hondo que aparenta y lo fría que  debe estar.

—Aquí estamos — dije, lentamente, saboreando las palabras. Apoya el mentón sobre mi cabeza, una pequeña incomodidad se hace presente, pero la ignoro con tal de tenerlo de este modo. —¿Este era tu plan, seducirme con tus poemas hasta tenerme a tus pies? Porque  lo has conseguido.

—Lo sé. Nunca dude de mis habilidades para enamorarte— ruedo los ojos.

Me acomodo mejor entre sus brazos, sintiendo el avasallador calor de su cuerpo. Todavía llevo su chaqueta y no pienso quitármela a tal punto que planeo llevarla conmigo a casa, minutos atrás, cuando abandono mis labios pactamos un trato: él se quedaba con mi libro de historia y yo con su chaqueta. Un trato justo, cada quien obtenía algo del otro, un recuerdo permanente de nuestro amor a las sombras del oscuro bosque.

Pierdo la nocion del tiempo. Nuestras respiraciones entremezclándose. Cualquier razonamiento dice adiós y deja mi cuerpo, incluso mis labios cosquillean por más de sus besos, sin embargo necesito saciar mis dudas.

—¿Cuando me viste por primera vez?, ¿Cuando se desarrolló tu amor hacia mi? 

—Hace unos años, tenías trece años cuando te vi por primera vez.  — una sonrisa tonta se dibuja en mi rostro. Aiden traza las líneas de mi palma, absorto en sus pensamientos. —Era vecino de tu abuela. Durante largos intervalos de tiempo te veía jugar a través de la ventana, jugabas con todos los niños del barrio, eras una niña alegre y de sonrisa contagiosa, creo que por eso me gustaste. Al principio en mi inocencia, pensaba que... —se detiene, abruptamente. Frunce el ceño. 

Confundida, lo miro. 

—¿Qué pensabas? — pregunto.

—Que te enamorarías de mi, tendríamos una enorme casa y un perro. — sigue adelante. — Una vez te escuche decir que querías un unicornio, corrí a mi habitación y apunte en un viejo cuaderno comprártelo. Hacerte feliz, ser el causante de tus bellas sonrisas. Eso pensaba, Kiara. 

Una corriente de electricidad sube desde mis pies, hasta mi columna vertebral. Escucharlo decir mi nombre es... abrumador, espléndido como todo él. Lo sujeto de las mejillas las cuales se sienten heladas, observo sus rasgos a detalles.

Nos extraviamos en los ojos contrarios, acariciando nuestras desnudas almas. Un anhelo escrito en sus iris, una respuesta impresa en mis labios.

—¿Tengo que preguntarlo? — susurra. Asiento, ahogando el grito de alegría.

¡Aquí vamos!

—Kiara

—¿Si, Aiden? 

—¿Quieres ser mi novia? 

—¡Sí! ¡Claro que sí! — me abalanzo a sus brazos, besándolo sin parar. Aiden ríe y me abraza, su espalda queda acostada sobre el muelle, el que cruje bajo nosotros. 

La luna brilla con mayor ímpetu, felicitándonos en silencio. Centenares de emociones recorre  mis venas, conllevando chillar en mi sitio. El pelinegro sonríe también feliz a mi costado, pasándose la mano incontables veces por el pelo, alborotándolo aún más.

No me quejo, le da una apariencia sexy y misteriosa. Esa que en en vez de asustarme me atrae. 

—Quiero conocer a los chicos —solte. Aiden se tenso.

—Por supuesto, una vez que arreglé unos asuntos. —Su sonrisa intenta calmarme, mas no lo hace. Percibí la tensión en sus músculos, como enderezo la espalda, la mirada desviada. 

Me reincorporo. Mi expresión se torna seria.

—¿Prometes no tener secretos entre nosotros? —asiente, lentamente —Te he contado prácticamente toda mi vida, Aiden, tenemos meses hablando y creo que no me tienes confianza. Entiendo que te cueste abrirte a las personas, hablar de tu familia, pero... ahora somos novios y debemos confiarnos cosas, cuidarnos mutuamente. Estoy dispuesta a ir a tu ritmo, pero inténtemoslo. ¿Estás de acuerdo?

Una estrella fugaz paso por sus ojos.

—Eres muy linda para tu propio bien. — Dijo, mirándome fijamente, un rubor natural tiñe mis mejillas. —Vale, estoy dispuesto a lo que sea si es contigo, creí que ya lo sabías.

—Solo quería que me refrescarás la memoria. 

.・゜゜・❥・゜゜・.


Entro a la habitación en completo silencio, camino en puntillas. Deposito los tenis en la entrada, Jess duerme plácida en su cama. Me cambio por mi pijama y guardo la chaqueta de Aiden en el closet, inhalo su perfume antes de. Parezco una desquiciada, pero se ha vuelto mi  olor favorito, después de mi perfume Coco Chanel. 

Regresamos a nuestras habitaciones al vislumbrar el amanecer, abrazados, escuchando simplemente el retumbar de nuestros corazones sincronizados en una generosa danza.

Apago la lámpara y acurruco en el duro colchón.

A la mañana siguiente soy despertada por el espantoso sondar de la alarma de la rubia. En este  cuarto no se puede dormir en paz. Jess se disculpa, pero no la desactiva.

—¡Jess! —grito, enterrando la cabeza en la almohada.— No te soporto.

—Escuche eso — la escucho murmurar, es un embrollo de sábanas blancas y cabello desgreñado. 

—¿Con que motivo? 

—El desayuno, lo cierran a las diez, el reloj está programado para las nueve.

Gruño cuando el aparato no para de vibrar, exasperada  le tiro el control del aire acondicionado, un sonido más ensordecedor retumba en las paredes . 

—Lo rompiste — dijo lo obvio. 

—Mis padres compran otro, no hay problema.

—Razones por las que quiero tener padres millonarios — río entre el sueño. Ignoro su comentario y la acompaño al mundo de las nubes y los dulces.

Perdemos el desayuno y la excursión a las montañas, quedándonos en las habitaciones el resto del día, compartiendonos los chismes del lugar y la noche anterior. Jess, emocionada, chillaba y zarandeaba mi brazo.

Creo que al final si encontre el amor. Mi chico especial.

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Hermoso dibujo del capítulo anterior: Kiara y Aiden sentados en el muelle a luz de la luna.

Hermoso dibujo del capítulo anterior: Kiara y Aiden sentados en el muelle a luz de la luna

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Cartas En Febrero ©Where stories live. Discover now