Capítulo Dos

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Kiara

Camino por los pasillos del insti, huyendo de la cafetería. Las primeras tres clases habían transcurrido con normalidad, los maestros asignaron nuevas prácticas y trabajos por entregar la semana próxima, además de grupos de exposición con el fin de integrar a los nuevos estudiantes de año.

Desde la llegada de los del Norte, todo se había vuelto un caos. Nadie estaba de acuerdo con el hecho de que ahora formaran parte del distrito, los ciudadanos se volvieron más paranoicos que antes; los negocios cierran sus puertas pasadas las nueve de la noche, los padres le prohíben las salidas nocturnas a sus hijos. Los hogares comenzaron a implementar avanzados sistemas de seguridad y el patrulleo policial se multiplicó.

A pesar de la unión diplomática de ambas regiones, los estudiantes se niegan a la integración y se dividieron en dos grupos, trazando límites imaginarios por la escuela, amenazando aquel que se atreva a cruzarlos.

Cierro con fuerza la puerta de mi casillero y me cuelgo la mochila del hombro.

Aprovechare los treinta minutos de receso y la hora que tengo libre, para ir a la biblioteca y avanzar los deberes que tengo pendientes. Jess no asistió hoy a clases por asuntos familiares de los que no me quiso contar por teléfono, prometiendo que lo haría luego. 

―¡Hey, extraña! ¿A dónde vas?― se escucha una voz a mis espaldas.

―Lejos de ti. 

Mark suelta una carcajada sin despegar los ojos de mi. Su avellano cabello se encuentra perfectamente peinado hacia atrás, dándole un aura de chico rico y despreocupado.  La chaqueta de su uniforme está sin abotonar, dejando ver el chaleco de lana.  No lleva la corbata puesta.

―Aún no eres mi esposa y ya planeas abandonarme. ― recuesta el hombro en los casilleros. 

 ―No voy a ser tu esposa, Mark. ―aseguro, cruzandome de brazos

Sonríe sin llegar a mostrar los dientes 

―Eso ya lo veremos.

Conectamos miradas por largos segundos que se transforman en minutos. Sus verdosos ojos traspasan los míos con firmeza, determinación, negándose a perder el duelo. Cansada y sin querer perder otro segundo a su lado doy la vuelta, pero él es más rápido y se posiciona frente a mí, bloqueándome el paso.

―Quítate.

―Después de que me escuches.

―O te quitas o empiezo a gritar.

Da un paso hacia mí, y a ese se suma otro y otro, retrocedo hasta que chocar con los casilleros. Sus manos encarcelan mi rostro y su cuerpo aprisiona el mío. La cólera y adrenalina se dispara por mi venas.

―Juro por dios que si no te apartas-...  ―soy interrumpida.

―El viernes por la noche hay una fiesta de San Valentín en la cancha y nada me haría más feliz que fueras conmigo. ―enrolla un mechón de mi cabello en su dedo. Su rostro se encuentra a centímetros del mío y cualquier persona que pase cerca podría malinterpretar la situación y meternos en serios problemas con el director  ― ¿Qué dices, Kiara?, ¿Quieres ir al baile conmigo y presumir la hermosa pareja que hacemos?

Apoyo las manos hechas puño en su pecho y lo empujo lejos.

―No pienso ir contigo a ningún baile. ― lo enfrento ― Ni en tus sueños.

Retomo los pasos hacia la biblioteca, dejándolo atrás.

―Terminarás aceptando ir conmigo al baile, todas lo hacen. Y para que sepas: ¡En mis sueños, ya estamos casados, muñeca!

Cartas En Febrero ©Where stories live. Discover now