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Bridget

—¡Azótame! ¡Azótame, amo!
Ahogué una risa al ver la cara que ponía Booth, mi
guardaespaldas, mientras Cuero , el loro, graznaba dentro
de su jaula. El nombre del loro daba una idea detallada de la
vida sexual de su anterior dueño, y aunque a muchos les
parecía gracioso, a Booth no. Odiaba a los pájaros. Decía
que le parecían ratas gigantes con alas.

—Algún día se llevarán bien. —Emma, la directora de
Wags and Whiskers, chasqueó la lengua—. Pobre Booth.
Contuve otra carcajada, a pesar de que me acababa de
dar una pequeña punzada en el corazón.

—No creo. Booth se va pronto.
Intenté no pensar en ello. Booth llevaba cuatro años
conmigo, pero la semana siguiente se cogería la baja de
paternidad y se iría a Eldorra para poder estar con su mujer
y su bebé recién nacido. Me alegraba por él, pero le iba a
echar de menos. No era solamente mi guardaespaldas, era
un amigo, y esperaba poder tener la misma relación con su
sustituto

—Ah, claro, se me había olvidado. —Emma suavizó la
expresión. Tenía sesenta y pocos años, el pelo corto y gris y
unos amables ojos castaños—. Cuántos cambios en tu vida,
cariño.

Sabía lo mucho que odiaba las despedidas.
Llevaba desde segundo de carrera trabajando de
voluntaria en Wags and Whiskers, un refugio de animales
local, y Emma se había convertido en mi mentora y mi
amiga íntima.

Por desgracia, ella también se marchaba.
Seguiría en Hazelburg, pero iba a dejar su cargo de
directora del refugio, lo que significaba que ya no la vería
todas las semanas.
—Uno de esos cambios no es obligatorio que ocurra —
dije, como una broma a medias—. Podrías quedarte.
Negó con la cabeza.
—Llevo dirigiendo el refugio casi una década, ya es hora
de que entre sangre nueva. Alguien que pueda limpiar las
jaulas sin que le cruja la espalda y la cadera.
—Para eso están los voluntarios. —Me señalé a mí misma.
Iba a desarrollar mi argumentación, pero ya no había nada
que hacer.

Entre Emma, Booth y mi inminente graduación
de Thayer, donde había estudiado Relaciones
Internacionales (como debía hacer una princesa), ya había
vivido suficientes despedidas como para cubrir los
siguientes cinco años.
—Eres un encanto. No se lo digas a los demás, pero... —
Bajó la voz hasta que solo se oyó un susurro cómplice—.
Eres mi voluntaria favorita. Es raro encontrar a alguien de tu
clase que haga esta labor solo porque quiere, y no por hacer
el paripé delante de las cámaras

Me ruboricé con el comentario.
—Es un placer. Me encantan los animales. —Me parecía a
mi madre en eso. Era una de las pocas cosas que quedaban
de ella.
En otra vida me habría gustado ser veterinaria, pero ¿en
esta? Ya me habían planeado todo desde antes de nacer.
—Serías una gran reina. —Emma se echó a un lado para
dejar pasar a un empleado con un cachorrito en brazos—.
De verdad.
Me reí de solo pensarlo.

—Gracias, pero no tengo ningún interés en ser reina.
Incluso aunque lo tuviera, las posibilidades de que lleve la
corona son ínfimas.
Como princesa de Eldorra, un pequeño reino europeo,
estaba más cerca del poder que la mayor parte de la gente.
Mis padres murieron cuando yo era pequeña; mi madre, en
el parto, y mi padre, en un accidente de coche unos años
después, por lo que era la segunda en la línea de sucesión.
A mi hermano Nikolai, que me sacaba cuatro años, le habían
educado para suceder a nuestro abuelo, el rey Edvard,
desde que tenía uso de razón. Una vez que Nikolai tuviera
hijos, yo bajaría más puestos en la línea de sucesión, algo
de lo que no tenía queja ninguna. Tenía tantas ganas de ser
reina como de bañarme en un tanque de ácido.

Emma frunció el ceño, decepcionada.
—Oh, bueno, pero sigo opinando igual.
—¡Emma! —la llamó uno de los empleados—. Tenemos un
problema con los gatos suspiro.

Twisted Games Where stories live. Discover now